lunes, 8 de febrero de 2016

SALUD



Dolores de abdomen más comunes

 

Son tres los tipos de dolores abdominales más comunes. En primer lugar están los espasmos o cólicos. En muchos casos son inofensivos, de corta duración y esporádicos. Se pueden originar por el estrés o por la ingesta de alimentos muy condimentados, ácidos o con alto contenido graso. En algunos casos el dolor puede desaparecer después de unos minutos. Se produce cuando los músculos digestivos se contraen. El dolor se siente en la parte baja del abdomen.

Otro es el Síndrome del Intestino Irritable: se caracteriza por dolor abdominal recurrente, acompañado de espasmos. Los médicos no pueden precisar una causa física específica. En muchos casos, el dolor y los espasmos se acompañan de una sensación de pesadez, distensión abdominal y se alteran los hábitos y horas de ir al baño.

Finalmente está el cólico menstrual. Se da antes o durante la menstruación. Las hormonas provocan que los músculos del útero se contraigan y, a veces, los órganos digestivos cercanos pueden sufrir de espasmos. Muchas mujeres presentan dolor menstrual acompañado de trastornos digestivos.


GASTRONOMIA



Generosa Pachamanca

El primer domingo de febrero se ha instaurado oficialmente, a partir de este año, como el ‘Día de la Pachamanca’. Estuvimos en la preparación de este sabroso plato de raíces andinas junto al cocinero y maestro Hugo Crespo, principal impulsor de la celebración. 

Hugo Crespo junto a una surtida pachamanca, plato que prepara desde hace más de 30 años 

Un hoyo en la tierra cubierto por piedras calentadas a fuego durante horas, eleva la temperatura de este mediodía de verano. El maestro pachamanquero, Hugo Crespo Sánchez, indica a sus ayudantes cómo poner los tubérculos primero -en ese horno en la tierra– junto a las habas y los choclos. Luego seguirán varios tipos de carnes. Y al final, las humitas dulces y saladas. Después, todo se tapará con hierbas, otras piedras calientes y tierra.

Hora y media después, don Hugo ordena abrir esa pachamanca cuya preparación ha dirigido con la experiencia ganada en más de 30 años cocinando ese plato nacido en los andes. Al destapar, es un disfrute ver cómo van apareciendo, humeantes,  cocinados y soltando sus aromas, los ingredientes que se pusieron bajo tierra. Todos los presentes empiezan a salivar un poco, a disfrutar con los ojos.

Esta escena ocurrió hace unos días en una dependencia del Ministerio de Agricultura con espacio para preparar el milenario plato y se debía a una razón importante: este año se celebrará por primera vez el 'Día de la Pachamanca'. Una resolución del ministerio de Agricultura fechada en noviembre de 2015, instauró oficialmente el primer domingo de febrero como día de la celebración. O sea hoy.

HOMBRE PERSISTENTE

Hace 35 años que Hugo Crespo Sánchez dirige el restaurante La Retama, especializado en la pachamanca –y otros platos andinos– y en todo ese tiempo ha hecho miles de ellas para sus comensales. Pero él no es solo un cocinero difusor del plato, sino que peregrinó por distintos ministerios cerca de quince años para que la pachamanca tuviera su día, como  el cebiche o el pisco sour. Por fin lo ha conseguido.

"Envíe cartas con mi proyecto al INC y a varios ministerios durante el gobierno de Toledo, de García, y nada. Le escribí a varios congresistas pero no me hacían caso. Muchos me decían: "Claro, lo sacamos". Pero luego no salía nada. Finalmente el año pasado le envié mi proyecto al ministro de Agricultura, Juan Manuel Benites, y fui escuchado"– cuenta–, al lado del hoyo donde se cocinan los ingredientes de su plato de bandera.

Don Hugo aprendió los secretos de la cocción cuando aún era un niño y veía a su padre, don Emilio, preparar la pachamanca para sus amistades en su fundo de Luricocha, Ayacucho. Aprendió mirando, después ayudando y más tarde preparando en pequeñas cantidades. Vino a Lima a los 17 años y después de trabajar y ahorrar, a los años, pudo abrir su restaurante. "Yo a la pachamanca le debo mucho", dice.

En su biografía también está que en 1999 logró un récord Guiness, al preparar la pachamanca más grande del Perú: 2 mil 45 porciones de una sola vez. Lo consiguió en la concha acústica del Campo de Marte, donde hizo un horno en la tierra de 3 metros de diámetro y 2 metros 50 de profundidad. "Lo conseguí sin ayuda de nadie, así que tuve que vender cada porción muy barata para recuperar algo del gasto", cuenta.

PLATO HISTÓRICO

Los orígenes de la pachamanca se remontan a 7 u 8 mil años hacia atrás, cuando las culturas oriundas usaban este tipo de cocción. El término 'Pachamanca' es una voz quechua que significa 'Olla de tierra'. Don Hugo cuenta queeste plato tuvo como antecedente a la 'watia', que también es un plato andino que se cocinaba con cuy o carne de carnero, papa y ocas, sobre terrones de tierra calentados. "La pachamanca tiene el mismo principio, pero se vuelve mestiza con la llegada de los españoles, que trajeron nuevos productos", cuenta.

Su pachamanca de hace unos días tenía carne de res, pollo, cuy, carnero. Y papas, ocas, mashuas, camote, habas,  choclo, humitas dulces y saldas. Estaba deliciosa. Cada vez que prepara una, don Hugo rinde homenaje a la tierra y a su padre, que le enseñó sus secretos hace tantos años. (R.M)

DEPORTES



El hombre que aprendió a correr

Hace siete años le amputaron los dos brazos. Hace tres empezó a correr, y en dos semanas, en Sevilla, podría volar. Domingo siguió el entrenamiento, en Huancayo, de Efraín Sotacuro, el peruano que pugna por ser el primero en correr una maratón, en unas Paraolimpiadas.


El entrenamiento es de lunes a domingo a doble horario, en el Estadio de Huancayo y en los cerros 
Dos piernas  brillosas bordean el Estadio de Huancayo. Son las 7 y media de la mañana, del  jueves, a  más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. Las bocas son pequeñas chimeneas de aire frío; y las pistas, angostas serpientes de metal.  Los vendedores ofrecen sus últimos choclos y caldos  a  tardones y a turistas soñolientos.

Las dos piernas continúan la marcha a trote veloz. Suben por una pendiente, dejando atrás el bullicio. El ritmo es sostenido. En la acera, en el asfalto, y ahora,  minutos después, en un camino de tierra, por el Cerrito de la Libertad, uno de los miradores de la ciudad.

Avanzamos por una subida, en medio de una jauría de perros lanudos, hasta que una reja detiene a nuestro auto. Es la entrada al Cementerio Los Ángeles de Ocopilla.

Las piernas fibrosas -que han pasado, raudas, por la puerta- le pertenecen a Efraín Sotacuro, huancavelicano, 25 años, atleta. Siete años atrás, Sotacuro pretendía dedicar su vida a reparar maquinarias pesadas, como su padre. “Así viajarás bastante. No hay muchos”, le decía. Correr era la actividad pesada y forzosa que debía hacer para conseguirlo. La única manera de llegar hasta su colegio, en Huancavelica, desde su casa  -una construcción de adobe sobre una colina- en el centro poblado de Paltamachay.

Una hora de ida y otra de vuelta, por trochas y  senderos accidentados. Entrenamiento inconsciente, por necesidad, que lo preparó para lo que vendría después.

En octubre, en Sao Paulo, se quedó a cinco segundos de clasificar a Río 2016 en 1500 metros, a pesar de ganar la medalla dorada 

DESCARGA BRUTAL

Una mina abandonada. Unos cables pelados en el piso, y dos primos juguetones e imprudentes. Primero los patearon de un lado al otro, como si armaran una pared en una 'pichanga'. Nada ocurrió. Luego, Alfredo, su primo, pasó sus dedos sobre el cable. Nada, otra vez. Turno de Efraín. En segundos, su cuerpo convulsionaba, pegado, con la fuerza de un imán, a una torre de alta tensión. Su último recuerdo es su mano derecha intentando liberarse.

Luego le contaron que voló muchos metros, que un chorro de sangre brotó de su cabeza y que se desvaneció por media hora. Cuando despertó -la ambulancia se demoró en auxiliarlo, en Huarochirí, hasta adonde había ido para visitar a su padre que trabajaba en una mina cercana-, y vio sus brazos maltrechos y sangrantes, se arrodilló, levantó la mirada, y lanzó un grito desgarrado: ¿Por qué, Dios? ¿Por qué? Después cayó. No los tuvo más.  El derecho se lo amputaron hasta rozar el hombro; y el izquierdo, debajo del codo.

El primero de agosto de 2008, a dos meses de cumplir 18 años, cursando el quinto año de secundaria, Efraín Sotacuro se quedó sin brazos. “Estuve un mes encerrado en mi cuarto. Me quería morir. No podía pintar ni escribir. Nada podía. Solo llorar y llorar”.

NUEVAS MANOS

Sotacuro devora un jugoso cebiche de trucha frente a nosotros. Coge el tenedor, juntando sus dos muñones, con destreza. Parte un trozo de camote, lo combina con el pescado, los granos de choclo, y agacha su cabeza para engullir el bocado.

Atenaza el vaso de chicha,  y bebe sin sobresaltos. Se da un respiro, y se acerca a su celular. El muñón derecho, el más chiquito, es prácticamente un puntero. Escribe su contraseña sobre la pantalla tactil y, de inmediato, ingresa a su Facebook para chatear. No hay limitación alguna. Son los mismos movimientos, frenéticos y ansiosos, de cualquier muchacho de su edad.

A su lado se encuentra Julissa (16), la quinta de sus nueve hermanos. Una chiquilla tímida, de cabello amarrado y sonrisas contadas. Cuando ocurrió el accidente fueron ella y su madre quienes  lo bañaban, cepillaban los dientes, cambiaban de ropa,  y le daban de comer. Hasta que una terapia le enseñó a Sotacuro que con su cuerpo podía hacerlo todo de nuevo. Sus nuevos brazos son, desde entonces, sus extremidades recortadas, sus pies y, si es preciso, su boca.

A pesar de lo aprendido, su existencia no albergaba mayores aspiraciones: vender llaveros, y ayudar en la municipalidad de Huancavelica. Para obtener este trabajo, era necesario sacar su carné de discapacidad. Sotacuro viajó a la oficina del Consejo Nacional de Igualdad de Discapacitados (Conadis) en Lima, en noviembre de 2012. En plenos papeleos, una asistenta social lo invitó a participar en una carrera 10k, que partía del Pentagonito, en San Borja, y terminaba en Canaval y Moreyra, en San Isidro.

Con menos de una semana de preparación, unas zapatillas gastadas, un shortde fútbol, una inscripción financiada, y altas dosis de pánico, Sotacuro acabó en el puesto doce, en 37 minutos con 20 segundos, por encima de nueve mil personas. Un nuevo atleta había sido parido.

Julissa, la hermana menor y asistente de Efraín. Le lava la ropa, le echa frotación y le amarra las zapatillas 

EL ÁGUILA

“Le faltaba todo. Resistencia, velocidad. Estaba al nivel de las chicas principiantes. Ahora hace 10 kilómetros en 31 minutos y está en el segundo grupo, de tú a tú, echándole ganas”, anota el mexicano Rodolfo Gómez (65), entrenador del Programa Maratonistas -pelo en pecho, anillo dorado en el anular izquierdo.

Efectivamente, cuando Sotacuro ingresó al programa que reúne, en Huancayo, a los mejores fondistas del país (entre ellos Raúl Pacheco, plata en los Panamericanos Toronto 2015, y Gladys Tejeda, a quien le retiraron la dorada, en Toronto,  por dopaje), en abril de 2014, estaba en un nivel bajísimo. Ha sido el empuje, la alimentación y sus condiciones innatas las que han hecho su parte.

Enfrente de un mercado,  en una avenida con cuatro boticas y dos panaderías, en un cuarto piso, arriba de un consultorio obstétrico y dental, en un espacio con siete camarotes, vive Efraín Sotacuro. Una medalla  de plata cuelga de una de las tablillas de la cama de arriba.  Sotacuro no recuerda de cuál de sus competencias es. O  tal vez prefiere no contármelo.

En su gaveta, donde guarda sus doce pares de zapatillas, están las tres lecturas en las que reafirma su fe: la Biblia, una biografía de la Madre Teresa de Calcuta y una 'Vida sin límites', de Nick Vujicic, un famoso conferencista australiano que nació sin extremidades.

“Le falta tiempo nomás. Condiciones le sobran. La resistencia se gana. Es un proceso”, señala Juan José Castillo (47), coordinador general del programa, retirado a los 38 años, tras ser atropellado por la moto guía en una competencia.


Sotacuro y la estampa de guerrero 

Sotacuro jamás ha corrido una maratón (42K). Pero sus marcas en media maratón (21K)  despiertan esperanza: 1: 16, entre los 25 primeros, en Huancavelica (2014); 1:14, puesto 12, en Lima (2014); 1:11, puesto 21, en Lima (2015).

El 21 de febrero, en dos domingos, Sotacuro correrá la Maratón de Sevilla. Le exigen un tiempo de 2:45 para clasificar a los Juegos Paralímpicos Río 2016, en la categoría T-46 (discapacitados físicos con afectación de alguna extremidad o falta de ella). Si hace tres horas clavadas, se mantendrá a la expectativa, a la espera de un cupo. De lo contrario, tendrá dos chances más: Hamburgo (abril) y Sao Paulo (mayo).

El keniano Boaz Lorupe (32), asistente técnico y atleta retirado por una rodilla magulllada, lo acompañará. Cada cinco kilómetros deberá trotar a su lado, sosteniéndole una botella de agua, mientras bebe. “Efraín es un águila que en vez de alas tiene dos piernas. Su impulso es su empeño”.

Anochece en Huancayo. Sotacuro firma con su boca el último documento para partir a España. ¿Por qué corres?, le pregunto. “Porque mis papás ya no lloran. Porque me subo a muchos aviones, representando a mi país. Porque tengo otra vida. Una mejor vida”.

Renzo Gómez - La República


INFORME

Sin lluvias no hay carnavales

La reserva de agua de Antacoto, en Yauli, tiene un déficit de 11 millones de metros cúbicos 

Domingo viajó a las alturas de Lima y Junín y comprobó un escenario preocupante: debido a El Niño, está lloviendo muy poco en la Sierra Central, lo que ha reducido en un 20% las reservas que abastecen a la capital. Si esta situación continúa, podría haber nuevas restricciones en el servicio. Antes de llenar su piscina o lanzar un baldazo de agua a los amigos, piense en eso.

Las ovejas de doña Alejandra Guadalupe (73) han entrado a la reserva de agua de Antacoto. Son alrededor de un centenar  y en este momento pastan despreocupadamente sobre una formación geológica que en esta época del año debería ser una isla y que hoy, debido al bajo nivel de las aguas, es solo un pequeño monte. A unos cien metros de distancia, doña Alejandra las observa, sentada junto a 'Leal', su chusco de dos años. Y habla de la lluvia. De la misteriosa falta de lluvia.


–Este año no llueve, señor. Llueve un poquito, cae, llueve un poquito, cae. ¡Mire cómo está la laguna! – dice, sin dejar de mover el viejo huso con el que hila la lana de sus animales. –¡Otros años era todo esto!– señala la pared de uno de los diques de la reserva. –Hasta ahí llegaba... ¡Y ahora!

El aspecto actual de la laguna de Marcapomacocha evidencia la escasez de lluvias 

Estamos en el distrito de Marcapomacocha, provincia de Yauli, departamento de Junín, a cinco horas en camioneta desde Lima. Esta es la zona donde se desarrolla Marca III, el complejo sistema de captación de agua de la cuenca del Mantaro, que incluye 45 kilómetros de canales, diez kilómetros de túneles, tres kilómetros de sifones, varias lagunas (entre ellas, la de Marcapomacocha) y, principalmente, la reserva de Antacoto, la más importante de toda la red de 19 lagunas y tres represas que abastecen de agua potable a Lima y el Callao.

Hemos llegado hasta aquí junto a un equipo de técnicos de Sedapal, liderados por el ingeniero Rómulo Carhuaz, para conocer lo que está ocurriendo con las fuentes de agua de la capital. Hace semanas que Sedapal viene advirtiendo que no está lloviendo lo suficiente en la Sierra Central a causa del Fenómeno El Niño, lo que está provocando que las reservas no se llenen como se deben de llenar en esta época del año.

Y eso es lo que vemos. Sentados junto a doña Alejandra, miramos a las ovejas caminar sobre una playa de tierra que debería estar cubierta de agua.

–A nosotros también nos extraña bastante– dice la anciana. –Los carneros tienen que bajar para tomar su agua.

El año pasado, a estas alturas de la temporada de lluvias, Antacoto ya tenía 83 millones de metros cúbicos de agua. Hoy con las justas raspa los 72. Con el correr de las semanas, la diferencia con respecto al año anterior (y a todos los años anteriores) podría ampliarse si, como ha indicado el Senamhi, el déficit de lluvias continúa.

–Esta es la más grande de las tres– dice Rómulo Carhuaz, señalando las aguas color turquesa de la reserva. –Tiene una capacidad de 120 millones. Se abastece solo de agua de lluvias, que bajan por las quebradas, por las escorrentías. ¡Este es el pulmón de Sedapal!

Por momentos, el viento que sopla en estas alturas se lleva sus palabras. Silba. Estremece el espejo de agua. Y le tira el sombrero a doña Alejandra.

Hay nubes. Gordas. Oscuras. Pero no hay lluvia.

TIEMPO DE COSECHA

El año para Sedapal tiene dos temporadas. La temporada de almacenamiento (o cosecha de agua), de diciembre a abril. Y la de descarga, de mayo a noviembre. En la primera, el agua de las lluvias se almacena en las 22 reservas y lagunas. Los limeños nos abastecemos del cauce natural de la lluvia (y el deshielo) que baja por el río Rímac. El agua de las reservas no se toca. Es recién a partir de mayo, cuando ya no hay lluvias que alimenten al Rímac (ni al Chillón), que se echa mano de las aguas almacenadas.

Pero desde diciembre, a causa de la ausencia de lluvias, Sedapal ha tenido que hacer descargas puntuales de las reservas. De Antacoto, por ejemplo, se ha descargado alrededor de 8 millones de metros cúbicos en los últimos dos meses, según explica Rubén Aguilar (44), operador de las compuertas.

Al día siguiente, en Lima, la gerenta de Producción y Distribución de Sedapal, Yolanda Andía, confirmará el dato.

–Lo hemos hecho de forma puntual para atender el abastecimiento de estos días. Esto no se hace normalmente, es un situación extraordinaria.

Extraordinaria y preocupante. Las reservas deben llegar al tope de su capacidad para mayo, cuando comienza el período en el que deben abastecer de agua a la capital. Pero el hecho de que no esté lloviendo lo suficiente sumado al hecho de que se estén efectuando descargas anticipadas, incita el temor. ¿Sería posible que las reservas no se llenen a tiempo?

En Antacoto, Rómulo Carhuaz comparte ese temor. Dice que los pronósticos de este año no son alentadores, que el Senamhi ha dicho que en febrero y marzo habrá en la Sierra Central lluvias menores al promedio histórico y que si eso fuese verdad, existe la posibilidad de que no se llenen las reservas antes de mayo.

Rubén Aguilar, el operador de Antacoto, que vive en Marcapomacocha, dice que el martes por la noche llovió, después de varios días, una lluvia fuerte que duró hasta la mañana del miércoles. Pero que desde entonces no hay señales de que vuelva a llover. Miramos el cielo. Las nubes gordas y oscuras siguen allí arriba, demasiado arriba. Rómulo Carhuaz dice que el viento que viene del Pacífico se las está llevando hacia el Este. No, esta tarde no habrá lluvia.

Más temprano, en la reserva de Yuracmayo, en el distrito de San Mateo, provincia de Huarochirí, Lima, Orlando Recalde (61), operador de la represa, se mostró más optimista.

– Se ha demorado pero ya está empezando a llover. Para mayo ya debe estar lleno.

En Lima, le preguntamos sobre este asunto a la ingeniera Grinia Ávalos, directora de Climatología del Senamhi.

–Nuestros pronósticos para la cuenca del Rímac nos indican una disminución de las lluvias en febrero. Creemos que las lluvias que se puedan dar en marzo serán insuficientes para recargar las lagunas. Hay un escenario preocupante.

Yolanda Andía, la gerenta de Producción y Distribución de Sedapal, es mucho más cauta en sus proyecciones.

–Por el momento, las lluvias son escasas. Antes de hacer el análisis vamos a ver qué pasa en los próximos días.

Lo que está fuera de discusión es que el volumen de las aguas almacenadas en las reservas es significativamente menor al de otros años. Andía indica que hay entre un 20 y un 25% menos agua almacenada que en la misma época de 2015. Pero, agrega, hay que esperar.

–El sistema es cambiante. La naturaleza es impredecible.

Los limeños desperdician 120 mil metros cúbicos de agua durante carnavales 

FIESTAS DE DERROCHE

Mientras esta es la situación en las fuentes de agua de Lima y Callao, hoy comenzarán a celebrarse los carnavales. Chicos y grandes se arrojarán globos y baldes con agua y ocuparán las calles con sus rebosantes piscinas. Todos ignorantes de lo que ocurre en las montañas.

Según Sedapal, los vecinos de la capital desperdician 120 mil metros cúbicos de agua durante carnavales. 120 mil metros cúbicos que equivalen en dinero a 348 mil soles. 120 mil metros cúbicos que podrían servir para el consumo de 8 mil familias de las zonas perirubanas. 120 mil metros cúbicos que desde hoy y durante los próximos tres domingos terminarán en el piso, inservibles.

Debido a la ausencia de lluvias, desde mediados de enero Sedapal redujo la presión del agua en los caños de Lima y Callao durante las madrugadas. Cuando se tomó esa decisión el escenario no lucía tan complicado como ahora. Preguntada al respecto, Yolanda Andía no descartó que se puedan tomar nuevas medidas restrictivas en el futuro. Sin embargo, antes que pensar en medidas de este tipo, hizo una exhortación a los ciudadanos que derrochan el agua durante estas fiestas.

– El agua que le echas a tu amigo viene desde los 4,700 metros sobre el nivel del mar, a lo largo de más de 150 kilómetros por el río Rímac. Valora ese esfuerzo. No la desperdicies.



Óscar Miranda – La República