Papa Francisco: “La concentración de
medios es otra forma
del neocolonialismo”
FUERTE Y CLARO. Durante su discurso en Santa Cruz,
Bolivia, el Sumo Pontífice cuestionó esta ideología expresando que reduce a los
países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato. En este
sentido, dijo que el monopolio de los medios de comunicación es peligroso pues
pretende imponer “pautas alienantes de consumo” que solo afectan a los más
pobres.
La concentración de los medios de comunicación y el
nuevo colonialismo tienen un impacto negativo en la sociedad, advirtió el Papa
Francisco el jueves último en su encuentro con movimientos populares en Santa
Cruz, Bolivia.

"Tata
Pancho", como lo bautizaron en Bolivia, criticó al neocolonialismo, el que
–expuso– se esconde detrás de diferentes "fachadas", de justas
reivindicaciones, como el combate de la corrupción, el narcotráfico y el
terrorismo. Recalcó que muchas veces, tomando el nombre de estas batallas, lo
que se quiere es ejercer dominio sobre los Estados e imponerles medidas que
poco hacen para solucionar estos males.
Además, calificó a la
concentración de medios como unas de la formas del nuevo colonialismo, que
busca convertir a las naciones pobres en parte de un engranaje gigantesco. A
continuación compartimos los puntos más importantes de su discurso, que
conmovió a los miles de fieles que asistieron al encuentro en Bolivia.
1. Nuevo colonialismo y concentración
Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio
destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren
tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil...
Ningún poder fáctico
o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de
su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que
afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia...
El nuevo colonialismo adopta diversas fachadas. A veces, es
el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos
tratados denominados «de libre comercio» y la imposición de medidas de
"austeridad" que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de
los pobres.

En otras ocasiones,
bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo
–graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional
coordinada– se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la
resolución de esas problemáticas, y muchas veces empeoran las cosas.
Del mismo modo, la
concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende
imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de
las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico.
Como dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los
países pobres en "piezas de un mecanismo y de un engranaje
gigantesco". (Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, del
14 de septiembre de 1995)...
El colonialismo,
nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia
prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y
todos los males que vienen de la mano, precisamente porque al poner la
periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral.
Y eso, hermanos, es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá
recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener...
Alguno podrá decir,
con derecho, que "cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de
ciertas acciones de la Iglesia". Les digo, con pesar: se han cometido
muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de
Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el Consejo Episcopal
Latinoamericano y también quiero decirlo... Y quiero decirles, quiero ser muy
claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las
ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos
originarios durante la llamada conquista de América.
2. Necesitamos un cambio
Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero
aclarar, para que no haya malentendidos, que hablo de los problemas comunes de
todos los latinoamericanos y, en general, también de toda la humanidad.
Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver
por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:
–¿Reconocemos que las
cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas
familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas
en su dignidad?
–¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan
tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de
nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el
agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?
Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un
cambio...
Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han
relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad
laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como
tantas y diversas sus formas de enfrentarlas.
Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas
exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas.
Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras
responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha
impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la
exclusión social o la destrucción de la naturaleza?
Si esto así, insisto,
digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real.
3. Por la justicia
Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores
de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia
social.
Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del
campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la
familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño
explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue
copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida
a la esclavitud…
Todos nos conmovemos,
porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la
humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la
teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y
buscamos al otro para movernos juntos.
4. Compromiso común
Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme
tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a
cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando
abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy
convencido de que la colaboración respetuosa con los movimientos populares
puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.
Por último quisiera
que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico,
porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y
hermanas. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de
los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también
lo sabemos...
En ese sentido, no
esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio
de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los
problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La
historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos
que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en
el corazón.
5. Economía cristiana
La primera tarea es poner la economía al servicio de los
Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero.
Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en
lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye
la Madre Tierra...
Una economía
verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración
cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad, "prosperidad sin
exceptuar bien alguno"... Esto implica «las tres T» pero también acceso a
la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y
culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.
Una economía justa
debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia
sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con
plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación
en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la
naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que
las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en
el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una
manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida.
6. Distribución justa
Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que además
de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de
implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra
en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos
los más elementales derechos económicos, sociales y culturales...
La distribución justa
de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un
deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un
mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les
pertenece.
7. Defender la tierra
La casa común de todos nosotros está siendo saqueada,
devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave.
Vemos con decepción creciente cómo se suceden una tras otra cumbres
internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e
impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede
permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se
impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo
la creación.
Los pueblos y sus
movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero
tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre
de Dios, que defiendan a la Madre Tierra...
8. En manos del pueblo
El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los
grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente
en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar... Los acompaño. Y cada
uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún
campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin
soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven
sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. (Ver mensaje
completo del Papa Francisco en larepublica.pe)
En Paraguay calificó la corrupción como una “gangrena”
En su segunda jornada en Paraguay, el Papa Francisco
insistió en arremeter contra la corrupción, tal como lo hizo el viernes cuando
también apuntó al narcotráfico. Durante un encuentro con miles de
representantes de la sociedad civil, el Sumo Pontífice llamó a la corrupción
como "la gangrena de un pueblo".
"La corrupción
es la polilla. Es la gangrena de un pueblo", dijo, arrancando un fuerte
aplauso, y continuó afirmando que "ningún político puede cumplir su rol si
está chantajeado".
"Otro método que
no da libertad es el chantaje y eso es siempre corrupción", advirtió tras
recalcar que es un fenómeno que se repite "en todos los pueblos del
mundo", asegurando que si se quiere unidad es indispensable erradicarla.
Con estas palabras,
el Papa retomó el reclamo que hizo el viernes, en la casa de Gobierno, ante la
presencia del presidente Horacio Cartes y sus colaboradores, donde abogó para
que "no haya más víctimas de la violencia, la corrupción y el
narcotráfico".
Además, cuestionó las
ideologías. "Terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación
enferma o mala con el pueblo. No asumen el pueblo", expuso.
Al respecto recordó
que en el siglo pasado hubo ideologías que acabaron en dictaduras cuestionando
que "piensan por el pueblo y no dejan pensar al pueblo".
Agregó que “no sirve”
hacer “una mirada ideológica” de los pobres, porque se instrumentalizan “a
favor de otros intereses políticos o personales” en perjuicio de su dignidad
humana.
Francisco también
volvió a exhortar en favor de los más humildes, señalando que el crecimiento
económico debe incluir a todos , "debe estar siempre en función del bien
común, de todos y no de unos pocos".
Instó a no seguir
"un modelo económico dictatorial". "En la economía, en la
empresa, lo primero es siempre la persona y el hábitat donde vive",
indicó.
Mencionó que el desarrollo económico debe tener rostro
humano. "¡No a la economía sin rostro!”, enfatizó.
PARA TENER EN CUENTA
El Papa comentó que le habían hablado de una persona que
estaba secuestrada, en alusión al suboficial Edilio Morínigo, quien lleva más
de un año en manos del grupo terrorista Ejército del Pueblo Paraguayo.
El Sumo Pontífice recordó que en el siglo pasado, ideologías
dictatoriales hacían lo mismo, como los nazis o los estalinistas con los campos
de exterminio, y hasta los mataban.
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