Pese a las
pruebas médicas, el Gobierno obvió las evidencias en el caso Espinar
En la
provincia cusqueña de Espinar, cientos de pobladores viven con excesos de
minerales en el cuerpo al pie de depósitos de relaves de las operaciones de la
antigua Xstrata Tintaya, hoy en manos del gigante suizo Glencore. Pese a las
pruebas médicas oficiales, en los últimos cinco años el gobierno peruano ocultó
las evidencias.

–Mamá
grande, yo tengo metales pesados. ¿A cuánto los venderé? (…) El niño no sabe
que eso es una enfermedad para siempre, para su eterno (sic). No solo para él,
para sus hijos –dice Melchora Surco Rimachi mientras aprieta los ojos llenos de
lágrimas y de rabia–. El niño piensa “soy rico” porque tengo metales pesados,
pero él no sabe lo que dice.
Melchora
reclama, Melchora se indigna, Melchora se quiebra y aun así sale al frente.
Ella es la abuela de Yedamel López Champi, un niño que nació en la provincia de
Espinar, en Cusco, y cuando apenas tenía siete años de edad las autoridades del
sector Salud encontraron en su orina metales pesados como el plomo, el
arsénico, el cadmio y el mercurio, los cuatro calificados por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) como altamente cancerígenos para el ser humano.
También encontraron en esta prueba de laboratorio rastros de metales tan raros
como el molibdeno, el cobalto, el estroncio, el cesio y el tungsteno.
En octubre
de 2010 el Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para
la Salud (Censopas), que depende del Ministerio de Salud, recogió muestras de
sangre y orina de cientos de pobladores de las comunidades de Huisa y Alto
Huancané, ubicadas entre los ríos Salado y Cañipía, y a pocos metros de las
operaciones de la entonces minera Xstrata Tintaya, que en mayo de 2013 se
fusionó con Glencore, el gigante suizo que controla el 50% del mercado mundial
de cobre. En 2013, Censopas recogió nuevas muestras para otro informe, entre
las que aparecían las del pequeño Yedamel que hoy tiene 10 años de edad y ya no
vive en la comunidad campesina Alto Huancané, donde creció. Su familia lo llevó
a la ciudad de Espinar, para evitar que siga exponiéndose a la contaminación
como varios otros pobladores. Ellos son los refugiados ambientales, los que
viven la misma incertidumbre de las mujeres, hombres, niños y ancianos que no
han podido huir.
–Vayamos
donde vayamos ya tenemos metales, ya somos papa agusanada. ¿Adónde voy a
escapar? –pregunta Melchora a sus 60 años en nuestra visita a Espinar, adonde
Convoca llegó con el diario La República para investigar el impacto ambiental
de la actividad minera en estas comunidades cusqueñas.
Este equipo
accedió a nuevos documentos y los resultados de laboratorio de más de 100
pobladores que autorizaron su difusión, y que forman parte del estudio
realizado por Censopas en 2013. Las cifras fueron llevadas al Excel para
establecer nuevos hallazgos que luego se confrontaron con médicos, toxicólogos
y los funcionarios involucrados. Esta es la primera parte de una investigación
que revela que han pasado cinco años en los que las negligencias y medias
verdades impidieron que los comuneros de Espinar, incluso, encontraran una
solución médica por su cuenta.
CUERPOS DE MINERALES
Los excesos
de metales contaminantes en los cuerpos de cientos de pobladores de Alto
Huancané y Huisa han sido largamente probados en dos informes de Censopas. Lo
que esta institución encontró en su primer estudio de 2010 fue el detonante de
un conflicto social con muertos y heridos en Espinar que, aún hoy, no tiene
solución: el 100% de las personas que fueron sometidas al examen estuvieron
expuestas a arsénico (332 muestras), mercurio (231), cadmio (254) y plomo
(492), mientras que 29 de estas muestras superaron los parámetros establecidos
por la Organización Mundial de Salud para arsénico, 24 para mercurio, 11 para
cadmio y 9 para plomo. Estos pobladores, sin embargo, no llegaron a saber que
tenían metales pesados sino hasta mayo de 2013. Y nunca lo hubieran sabido si
es que el proyecto minero Quechua, subsidiaria de la cuprífera japonesa Pan
Pacific, no le hubiese encargado a Censopas hacer este estudio como parte de
sus actividades de exploración debido a que la zona de influencia se superponía
a las operaciones de la mina Tintaya.
En 2013,
Censopas hizo un nuevo estudio por encargo de la mesa de diálogo de Espinar,
que se creó para dar solución al conflicto social. Esta vez se recogieron 180
muestras de orina. Entre ellas, la de Yedamel. En todas se detectaron excesos
en por lo menos uno de los diecisiete metales analizados, y en 52 casos se
hallaron niveles por encima de los parámetros de la OMS. Los minerales más
recurrentes fueron arsénico y plomo. Ambos se registraron en 32 casos de
acuerdo a un análisis realizado por Convoca a partir de los resultados de los
laboratorios del CDC (Center for Disease Control and Prevention) de los EEUU,
adonde Censopas envió las muestras luego de recolectarlas en enero de 2013.
El análisis
confirmó lo que ya se sabía desde 2010 para el plomo, el arsénico, el mercurio
y el cadmio. Pero, además, arrojó resultados sorprendentes sobre la exposición
de las comunidades de Espinar a sustancias como el uranio y el molibdeno, y
otras nueve sustancias para las que los donantes de muestras no habían suscrito
consentimientos informados.
De los 17
metales, las evaluaciones consentidas de seis sustancias fueron entregadas a
los pobladores luego de que se hicieron públicos en la mesa de diálogo, en
agosto de 2013, mientras que los otros 11 quedaron en poder de Censopas, y no
se entregaron hasta diciembre de 2014.
Las personas
examinadas recibieron las constancias de los resultados sin sellos. La doctora
María del Carmen Gastañaga, quien era la directora de Censopas cuando se hizo
el estudio de 2010, dijo a Convoca que esta institución solo sirvió de
intermediaria entre el CDC y los investigadores Carlos Sánchez Zavala y
Fernando Osores, quienes estuvieron a cargo del trabajo. Sánchez dijo que eso
era “totalmente falso”.
“Nos han
mandado (los resultados) así como burla, sin firma”, dice Santusa Noñonca de
Kana, que vive a 360 metros de la presa de relaves de Camaccmayo en Alto
Huancané. Las filtraciones de agua amarillenta están empozadas en el patio y
uno de los cuartos de la casa de Santusa. “Yo le he preguntado al señor Pulgar
Vidal (ministro del Ambiente): ¿Así con esta filtración, con esta agua
apestando, así vamos a vivir?, ¿y a cuánto de kilometraje tiene que vivir de la
relavera la gente?”, cuenta Santusa al recordar que el ministro visitó su casa.
En mayo de
2012, el ministro del Ambiente aseguró que el estudio de Censopas no se realizó
en el área de influencia de la entonces minera Xstrata. Hoy, después de más de
tres años, el viceministro de gestión ambiental, Mariano Castro, reconoció en
una respuesta enviada anoche vía correo, que algunas comunidades como Huisa,
“se ubican en la intersección del área de influencia” del proyecto Quechua y de
Tintaya Antapaccay.
Hay decenas
de comuneros con metales en el cuerpo que viven en el sector Paccpaco, de Alto
Huancané, incluso a apenas 100 metros del depósito de relaves mineros
Camaccmayo, que estuvo en manos de Xstrata Tintaya, según las coordenadas
recogidas por Convoca en la zona. Lo mismo sucede en el sector Chipta de la
comunidad Huisa, donde Ceferino Kana Achiri vive con su esposa Teresa y sus dos
hijos al frente del depósito de relaves Huinipampa.
En
resoluciones de sanción ratificadas por el Organismo de Evaluación y
Fiscalización Ambiental (OEFA), entre 2010 y 2014, aparecen por lo menos tres
infracciones relacionadas a malos manejos de la empresa de estos depósitos de
desechos mineros. Entre las faltas más recurrentes detectadas dentro y fuera de
la mina en siete procesos sancionadores, figuran el incumplimiento de normas de
protección ambiental, descargas de efluentes, vertimiento de relaves y
afectación del suelo natural.
La compañía
minera Antapaccay respondió “que no tiene responsabilidad sobre la
contaminación de Espinar” y que la presencia de “muy pocos metales pesados” en
las aguas se debe a “un origen geológico o natural”, de acuerdo a un informe de
monitoreo sanitario ambiental realizado en 2013 como parte de la mesa de
diálogo.
PRUEBAS MÉDICAS
Las decenas
de comuneros entrevistados se han quejado de que los médicos de Espinar les han
dicho que no tienen nada pese a las altas concentraciones de metales en sus
cuerpos. Ellos no les creen, intuyen el riesgo. De forma natural el cuerpo
humano tiende a excretar los metales pesados que ingresan al organismo, sea por
el sudor, la orina, o las heces.
Aquellos metales que son más difíciles de filtrar se “quelan”, es decir,
nuestro cuerpo los captura y los saca de la circulación del torrente sanguíneo,
y luego los acumula en diversos tejidos queloides o en los huesos. Se trata de
un proceso que depende en gran medida del tiempo y la intensidad de la
exposición. Si la exposición a metales pesados y otras sustancias ha sido
demasiado larga y constante, y ha sobrepasado la capacidad de nuestro cuerpo
para procesarlos, es posible que lo que se acabe por formar en nuestro
organismo –por usar una metáfora– sea una bomba de tiempo. Así lo explica el
doctor Raúl Loayza, coordinador del laboratorio de ecotoxicología de la
Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Puede que
hoy la bomba esté desactivada, y que esas personas, de continuar expuestas a la
contaminación, acumulen los metales en los tejidos queloides y en los huesos
durante años, y que no pase nada. El biólogo Carlos Sánchez Zavaleta puso el
ejemplo de un niño de La Oroya que tenía cuatro veces más plomo en la sangre de
lo que la OMS recomienda para una vida saludable. Con esos niveles de plomo, el
niño debía tener cáncer o serios problemas neurológicos. Sin embargo, no
presentaba síntomas. Lo innegable es que las posibilidades de que ese pequeño
desarrolle el cáncer se multiplican. Si los queloides que aíslan estos metales
pesados de nuestro organismo fallan, y el metal se activa, es altamente
probable que esos tejidos devengan en un cáncer.
“Los
estándares de la OMS lo que nos dicen”, explica Loayza, “es qué tanta cantidad
de plomo (o de otros tres metales: mercurio, arsénico y cadmio) podemos
soportar sin arriesgar nuestra salud”. Lo dicho por el experto cobra relevancia
si se considera que desde julio de 2005 el Ministerio de Salud cuenta con un
plan nacional para fortalecer la gestión ambiental y reducir el número de
muertos por contaminación por plomo y otros metales pesados. En ese contexto,
se aprobaron guías de práctica clínica para el manejo de pacientes intoxicados
de manera aguda y crónica con plomo, entre 2007 y 2011.
El cuerpo
humano no necesita del plomo, el arsénico ni el mercurio para funcionar con
normalidad. Y aunque los niveles encontrados de estos metales estuvieran por
encima o por debajo de los límites fijados por la OMS, el plan y las guías
obligaban al Estado a tomar medidas inmediatas. Convoca preguntó al respecto a
José Bernable Villasante de la Dirección de Salud Regional del Cusco y él
respondió que las guías no dan información detallada para tratamientos médicos.
Esto es falso, las guías incluso precisan el tratamiento según el nivel de
exposición de los minerales.
En un
análisis sobre la situación de salud del Cusco, que mandó a hacer la propia
Diresa de esta región y fue publicado en 2013, aparece que la primera causa de
mortalidad en la provincia de Espinar es por insuficiencias renales: de 799
defunciones registradas en Espinar en 2011, 97 fueron por este mal. Esta
tendencia, dice el informe, “estaría mostrando que en la provincia de Espinar
estamos entrando en un proceso de transición epidemiológica” y resalta que son
poco usuales estas causas tan altas de mortalidad en la zona. La recomendación
fue que se hiciera una evaluación de este patrón de muertes. Los testimonios
recogidos revelaron esta tendencia.
Al filo del
cierre de este reportaje el viceministro Castro aseguró que la mesa de diálogo
sí ha priorizado “la salud de las personas” y que incluso se ha elaborado un
plan de acción de salud para Espinar. Pero los pobladores entrevistados
cuestionan la atención médica que han recibido hasta el momento. Sus razones,
en la segunda parte de este informe.
*Esta investigación se hizo con la
colaboración de los periodistas Cristian Espinoza y Aramís Castro, así como del
doctor Fernando Osores y los expertos de CooperAcción.
Gabriel
Arriarán y Milagros Salazar
Convoca.pe
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