Mayor EP
acusado de robar 786 granadas y venderlas a criminales
El oficial
Luis Soldevilla Espinal ordenaba retirar artefactos del polvorín de San Bartolo
para distribuirlos en los centros de instrucción, pero fraguaba documentos para
engañar que los había entregado. Luego negociaba el material de guerra en el
mercado negro de las organizaciones delictivas.

Lo que se
sospechaba desde un comienzo quedó confirmado por boca de uno de los
principales responsables. Las granadas de guerra que diferentes bandas de
delincuentes tenían en su poder eran robadas al Ejército. El mayor Luis
Soldevilla Espinal, jefe de la Compañía Material y Transportes Nº 503, admitió
haber facilitado la desaparición de 786 granadas.
Soldevilla
falseaba documentos para reportar que distribuía correctamente los explosivos a
las escuelas de instrucción del Ejército, se quedaba con el material de guerra
y lo negociaba. Así los artefactos terminaban en manos de organizaciones
criminales.
La División
de Investigación de Tráfico Ilícito de Armas de Fuego, Municiones y Explosivos (DIVITIAME), dependiente de la
Dirección de Investigación Criminal (Dirincri), determinó que las 786 granadas
de guerra tipo piña modelo BRM-M75, de fabricación rusa, recogidas del Polvorín
Cruz de Hueso, en San Bartolo, nunca llegaron a los almacenes de la Compañía de
Material y Transportes N° 503.
Los agentes
de la policía concluyeron que los militares involucrados vendían los explosivos
a las bandas delictivas que pululan en Lima, debido a que fueron identificadas
las series de fabricación de los artefactos.
MECÁNICA DEL DELITO
La fiscal
provincial penal de Chorrillos, María Silvera Peralta, acusó al mayor EP Luis
Soldevilla Espinal, jefe de la Compañía Material y Transportes Nº 503, como el
cabecilla de la organización que se apoderó de las 786 granadas de guerra del
polvorín Cruz de Hueso, entre marzo, junio y julio del 2015.
Para
consumar la sustracción el mayor Soldevilla fraguaba las firmas de otros
militares encargados del control del material de guerra, con la finalidad de
evitar que el faltante de explosivos fuera detectado.
Con el mayor
EP Luis Soldevilla también fueron denunciados el jefe de Logística de la
Compañía N° 503, el técnico de tercera EP Carlos Noblecilla Infante; y el jefe
del Almacén, técnico de tercera EP Paddy Llimpe Correa.
Además, el
jefe del Almacén del Centro de Municiones del Ejército (Cemune), suboficial EP
Miguel Gómez Contreras; y los suboficiales EP Eugenio Gómez Quispe, Carlos
Ramos Camacho, Sherley Zamudio Dávila y Edgardo Parraguez Vásquez.
Todos fueron
imputados por el presunto delito de tráfico ilícito de granadas bajo la
modalidad de apoderamiento para su comercialización a las bandas criminales. La
fiscal María Silvera Peralta también les imputa el robo de 104,750 municiones
de diferente calibre.
SUENAN LAS ALARMAS
Debido a la
muerte del suboficial PNP Adolfo Castellano Carrillo, integrante de la Unidad
de Desactivación de Explosivos UDEX, el 7 de setiembre de este año, cuando
desactivaba una granada en la puerta del Centro Educativo “Cristo Salvador”, en
Villa El Salvador, el alto mando del Ejército dispuso una inspección ocular y
verificación del material de guerra en todas las instalaciones militares y
polvorines del Ejército.
Durante este
procedimiento se detectó que en la Compañía N° 503 faltaba un lote de granadas
de guerra y munición de diverso calibre.
El mayor EP
Luis Soldevilla, jefe de la Compañía de Material de Guerra y Transportes N°
503, dependía del Batallón Comando y Servicios N° 513, y este del Comando de
Educación y Doctrina del Ejército Peruano (COEDE), con sede en Chorrillos, que
alberga a 24 Escuelas de Formación, Capacitación y Perfeccionamiento, como la
Escuela Militar de Chorrillos, la Escuela Técnica del Ejército, Institutos
Tecnológicos, entre otros.
Ante el hallazgo
del faltante de granadas, el inspector del Centro de Estudios y Doctrina del
Ejército, general de brigada Juan Lavado Rondón, denunció el hecho ante la
Dirincri, entregando como evidencia la documentación con firmas falsificadas
por los miembros del Comité de Recepción y Entrega de explosivos y municiones
de la Compañía N° 503.
Cuando fue
interrogado por la policía, el mayor Luis Soldevilla negó tajantemente tener
responsabilidad en el robo sistemático de las granadas de guerra, ya que según
él desconocía los hechos puesto que nunca asistió al polvorín de Cruz de Hueso,
establecimiento al que había sido designado el suboficial Paddy Llimpe para el
recojo del material de guerra.
Sin embargo,
la versión del mayor Soldevilla fue desechada por los agentes de la División de
Investigación de Tráfico Ilícito de Armamento y Municiones (DIVITIAME) al
comprobar que el oficial cumplía el papel de presidente de la Comisión de
Recepción y Entrega de granadas de guerra. Por lo tanto, estaba perfectamente
informado de lo que entraba y salía, de acuerdo con lo estipulado por el Manual
de Administración de las Unidades y Repartición del Ejército.
CABEZA GACHA
Ante la
contundencia de las evidencias acopiadas por los agentes policiales, el mayor
Luis Soldevilla acabó por confesar que las granadas de guerra que ordenó sacar
del polvorín de Cruz de Hueso nunca ingresaron en el Comando de Estudios y
Doctrina del Ejército, y mucho menos a la Compañía N° 503.
El mayor
Soldevilla alegó que la ausencia de control de la entrada y salida del material
de guerra, así como la inoperatividad de las cámaras de video en las
instalaciones del COEDE, contribuyeron a la consumación del robo de las
granadas.
“Es verdad
que las granadas de guerra y las municiones nunca ingresaron al COEDE, tampoco
a la Compañía N° 503”, dijo el mayor Luis Soldevilla.
Según la
cronología de los hechos el robo sistemático del material de guerra se registró
de la siguiente manera:
–El 20 de
marzo del 2015, el suboficial EP Paddy Llimpe sacó 320 granadas de guerra del
polvorín Cruz de Hueso, supuestamente para la Escuela de Comandos y para la
Escuela Militar de Chorrillos. La entrega fue hecha por el suboficial Ronnie
Rivera Caya, jefe del CEMUNE.
–El 7 de
mayo otra vez el suboficial Llimpe retiró del polvorín Cruz de Hueso 300
granadas de guerra para la Escuela de Francotiradores del Ejército (EFE). La
entrega la realizó el suboficial Sherley Zamudio, del CEMUNE.
–Entre el 1°
de junio y el 21 de julio, el suboficial Llimpe retiró 550 granadas de guerra
de Cruz de Hueso para la Escuela Militar de Chorrillos y otras escuelas de
formación. Lo sospechoso es que el suboficial Llimpe utilizó para transportar
el material de guerra camionetas civiles, de acuerdo al cuaderno de control del
CEMUNE.
Ahora lo que
se busca es identificar a las organizaciones criminales que le compraron las
granadas y las municiones al mayor Soldevilla y sus cómplices.
La fiscalía
solicita 15 años de prisión para el suboficial Paddy Llimpe Correa, quien era
el jefe del Almacén, el hombre que debía controlar la entrada y salida de los
explosivos. Todo indica que estaba confabulado con su jefe.
Por
supuesto, para el mayor Luis Soldevilla, jefe de la Compañía Material y
Transportes N* 503, la fiscalía también ha requerido 15 años de carcelería.
CLAVES:
Al ser
preguntado si se apersonó el 7 de mayo al CEMUNE para recoger las granadas de
guerra en compañía del suboficial Paddy Llimpe, el mayor Luis Soldevilla alegó
que nunca había asistido al CEMUNE.
Empero, el
mayor EP Carlos Hinostroza Pucllas y el capitán EP Rommel Román Chanduví, jefe
y oficial de seguridad de la Compañía de Material de Guerra y Municiones N° 513
y del CEMUNE, respectivamente, lo desmintieron. Prueba de ello entregaron el
cuaderno de registro de visitas.
Interrogado
si utilizó su camioneta para recoger las 300 granadas de guerra en el CEMUNE,
Luis Soldevilla no supo dar una explicación.
Tanto el
mayor Luis Soldevilla como el suboficial Paddy Llimpe entraron en
contradicciones hasta el punto de que ambos se acusaban mutuamente de haber
planificado el robo de las granadas de guerra.
Por ejemplo,
el suboficial Llimpe aseveró que el mayor Luis Soldevilla le ordenó firmar las
actas de conformidad de otros jefes militares para acelerar el trámite
documentario. De acuerdo con las pericias grafotécnicas, estas señalan que
efectivamente las rúbricas falsificadas corresponden al puño y letra del
suboficial Llimpe.
Doris
Aguirre – La República
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