Dolores
delirio: la dulce promesa de volver
Después de
cinco años, la formación histórica de Dolores Delirio se reúne por única vez.
Será el jueves 21 en el Sargento Pimienta. El pretexto: conmemorar los 20 años
del "Cero", su primer disco, una obra que la estableció como una de
las bandas más importantes de los 90.

Ricardo
Brenneisen, vocalista de Dolores Delirio, no recuerda muchas de las cosas que
le ocurrieron en los noventa. Muchas noches se le han perdido de la memoria y
él culpa sin rubores a los excesos de
aquellos años. Pero sí recuerda claramente una noche.
Última
semana de diciembre de 1999, último concierto del año. La banda –Brenneisen, el
bajista Pepe Iñoñán y el baterista Josué Vásquez– habían invitado al director
de Sony Music Perú, Lorenzo Braun, a que fuera a verlos tocar en el bar La
Noche. Y prepararon todo como nunca antes lo habían hecho.
Eligieron
cuidadosamente el repertorio, la escenografía, la vestimenta, hasta los speech.
Todo transcurrió según lo planeado: el arranque, el crescendo, el clímax. El
público estaba loco. De tanto en tanto, Brenneisen miraba por encima de la
gente a Braun, que observaba el concierto en silencio. E intercambiaba miradas
sonrientes con su manager, que estaba a un lado del escenario.
Cuando la
tocada acabó, se les acercó Braun. Los felicitó, les dio su tarjeta y les dijo
que pasaran el lunes por su oficina. Sony Music quería ficharlos.
El concierto
de esa noche, y lo que sucedió con Braun después, es uno de los momentos que
Brenneisen recuerda con más cariño de toda la carrera de su banda. La perfecta
ejecución de las canciones, la energía del público, el sentimiento de que esa
noche estaban apostándolo todo. Y, al final, la recompensa. La oferta de un
contrato que prometía llevarlos mucho más allá de lo que ellos nunca antes
habían siquiera imaginado.
Viejos nuevos amigos
Brenneisen
está sentado en la sala de su departamento, en el sétimo piso de un edificio en
Surquillo. Estamos recordando los inicios de la banda. Al otro lado de la mesa
de centro, en buzo y zapatillas, está Pepe Iñoñán. Llegó hace unas semanas de
Bogotá, donde reside desde abril, para participar en el concierto que dio el
grupo en el festival Vivo X el Rock. El bajista se está tomando unas vacaciones
que se alargarán hasta el concierto del jueves 21 y que, incluso, si se
concretan algunas fechas, podrían prolongarse un poco más. Brenneisen dice que
quiere aprovechar que su amigo está en Lima para tocar con él todo el tiempo
que pueda.
En octubre
de 2014, el cantante dio una entrevista a la web Página Central en la que dijo
que nunca consideró amigos a sus compañeros de banda. Le pregunto si sigue
pensando igual y dice que sí. Que nunca compartió sus cosas con ellos, que
había química musical pero poco más. Pero agrega que en los últimos dos años su
relación con Iñoñán se ha convertido en una verdadera amistad. Y así parece.
Hace un momento, el hijo de Brenneisen salió a saludar al bajista con un
caluroso "¡Tío Pepe!". Es otro tiempo.
Con Josué
Vásquez, el otro miembro original, es otro cantar. Hoy ambos mantienen una
relación cordial pero sin falsos afectos. Desde que el baterista renunció, a
fines de 2010, no han vuelto a tocar juntos.
Pero eso
acabará el jueves 21. El productor Pepe Chiriboga ha convocado a los tres músicos a un
concierto de conmemoración de los 20 años del "Cero", su primer
disco. Será la oportunidad para que sus seguidores puedan ver reunida a la
formación original. A los responsables de crear –junto con Jeffrey Parra, el
guitarrista fundador, el hacedor de las melodías más emblemáticas– la que
durante muchos años fue considerada una de las pocas bandas de culto en el
país.
Pasado que no borramos
La historia
de Dolores Delirio comenzó un día de marzo de 1994 en que los amigos Jeffrey
Parra y Josué Vásquez, que tocaban en bandas diferentes, decidieron armar un
proyecto juntos. Vásquez jaló a Iñoñán, otro amigo, y luego a Brenneisen, a
quien había conocido tiempo atrás en la cola de ingreso al Instituto Peruano de
Publicidad (IPP) y que venía tocando con una banda de covers en su barrio
adoptivo de Salamanca.
En los
primeros ensayos salieron "Viento satélite", "A cualquier
lugar" (con letras de Vásquez) y "Carmen" y "Vértigo"
(con líricas de Brenneisen). En junio grabaron su primera maqueta y a mediados
de 1995 su primera producción, el casette llamado "Cero", que al año
siguiente distribuiría como CD Navaja Producciones.
Crecieron
vertiginosamente. Banda revelación del 94, Mejor banda del 95, un nuevo disco
el 97, elogios de la crítica y cada vez más conciertos. Por supuesto, se
creyeron estrellas de rock. En Trujillo pusieron de vuelta y media un hotel:
escondieron las macetas y las alfombras de los corredores, voltearon las camas,
dejaron los televisores en los baños. Eran travesuras de jovenzuelos que no
terminaban de creérsela. ¡Estaban viviendo sus sueños!
Y, en junio
de 1998, la tragedia. Jeffrey Parra y el sonidista Juan Ramos tomaron un taxi
desde el estudio El Techo, en Pueblo Libre, hasta San Borja. Cinco cuadras
antes de llegar a la casa del guitarrista, el taxi se estrelló contra otro
automóvil. Parra no sobrevivió. Después de un retiro de reflexión en Obrajillo,
la banda decidió continuar. Su música se
resintió. Fue imposible superar la ausencia del miembro más creativo, más
experimentador, de quien era considerado por sus pares uno de los mejores
guitarristas de su generación.
En la última
semana de diciembre de 1999, en el último concierto del año, después de una
presentación en la que dejaron el alma, llegó la oferta de Sony Music. La
tomaron.
No se hicieron masivos. No
conquistaron
Latinoamérica.
Con "Raíz", el disco que sacaron con Sony, dejaron un puñado de
buenas canciones, algunos nuevos himnos, pero no, algo se había perdido.
Brenneisen hace autocríticas: rechazaron la propuesta de single de la disquera
y se negaron a tocar junto a otros artistas del sello como Pedro Suárez-Vértiz.
Sony les propuso que grabaran con Manuel Garrido Lecca, el productor de Pedro,
y ellos prefirieron a Gabriel Vigliensoni, productor y músico de Lucybell.
Decidieron trabajar bajo sus propios términos. Quizás haciendo honor a una
frase que los describía bien por esos años: "Demasiado comerciales para
los subtes; demasiado subtes para los comerciales".
Oportunidad única
Después de
aquello sobrevino una etapa errática. Brenneisen dice que no sabían hacia dónde
ir. Vásquez se fue en 2001. Meses después, los miembros restantes acordaron
disolverse. Cerraron esa etapa con un emotivo concierto en el Lawn Tennis y una
gira de despedida en 2003. Dos años después, regresaron. En 2007 volvieron los
desencuentros: Brenneisen se fue y lo reemplazó Luis Sanguinetti, que grabó un
disco con Vásquez e Iñoñán, "Plástico divino", pero que,
eventualmente, también se fue. Otra vez volvió el vocalista original. En 2010,
Vásquez se largó. Había sido elegido manager y encargó tareas puntuales a sus
compañeros que estos no cumplieron. Tiró la toalla. Juró nunca más regresar.
Y lo sigue
jurando. El baterista dice que el concierto del 21 no significa su regreso.
Está dedicado a otros proyectos. Maneja una productora, Underpop, que opera
como un colectivo de 40 nuevas bandas. En paralelo, toca las baquetas en el
grupo Bocanegra. Eso no significa que la tocada de aniversario del
"Cero" no lo emocione. Fue su primer disco. Fue su primera banda. Él
fundó esa banda.
Vásquez no
planeaba este concierto. Tampoco Brenneisen ni Iñoñán. Hace unas semanas,
debido a una oferta que les hizo una marca para usar una canción, cantante y
baterista retomaron contacto. La charla fue cordial. Brenneisen se lo contó a
Pepe Chiriboga, quien consideró que era el momento adecuado para reunirlos.
Aunque fuera solo una vez. Lo del aniversario del "Cero" es un
pretexto. Las cosas simplemente se dieron. Así es el camino.
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