lunes, 11 de enero de 2016

ESPECTACULOS



Dolores delirio: la dulce promesa de volver

Después de cinco años, la formación histórica de Dolores Delirio se reúne por única vez. Será el jueves 21 en el Sargento Pimienta. El pretexto: conmemorar los 20 años del "Cero", su primer disco, una obra que la estableció como una de las bandas más importantes de los 90.
   
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Ricardo Brenneisen, vocalista de Dolores Delirio, no recuerda muchas de las cosas que le ocurrieron en los noventa. Muchas noches se le han perdido de la memoria y él culpa sin rubores  a los excesos de aquellos años. Pero sí recuerda claramente una noche.

Última semana de diciembre de 1999, último concierto del año. La banda –Brenneisen, el bajista Pepe Iñoñán y el baterista Josué Vásquez– habían invitado al director de Sony Music Perú, Lorenzo Braun, a que fuera a verlos tocar en el bar La Noche. Y prepararon todo como nunca antes lo habían hecho.

Eligieron cuidadosamente el repertorio, la escenografía, la vestimenta, hasta los speech. Todo transcurrió según lo planeado: el arranque, el crescendo, el clímax. El público estaba loco. De tanto en tanto, Brenneisen miraba por encima de la gente a Braun, que observaba el concierto en silencio. E intercambiaba miradas sonrientes con su manager, que estaba a un lado del escenario.

Cuando la tocada acabó, se les acercó Braun. Los felicitó, les dio su tarjeta y les dijo que pasaran el lunes por su oficina. Sony Music quería ficharlos.

El concierto de esa noche, y lo que sucedió con Braun después, es uno de los momentos que Brenneisen recuerda con más cariño de toda la carrera de su banda. La perfecta ejecución de las canciones, la energía del público, el sentimiento de que esa noche estaban apostándolo todo. Y, al final, la recompensa. La oferta de un contrato que prometía llevarlos mucho más allá de lo que ellos nunca antes habían siquiera imaginado.

Viejos nuevos amigos

Brenneisen está sentado en la sala de su departamento, en el sétimo piso de un edificio en Surquillo. Estamos recordando los inicios de la banda. Al otro lado de la mesa de centro, en buzo y zapatillas, está Pepe Iñoñán. Llegó hace unas semanas de Bogotá, donde reside desde abril, para participar en el concierto que dio el grupo en el festival Vivo X el Rock. El bajista se está tomando unas vacaciones que se alargarán hasta el concierto del jueves 21 y que, incluso, si se concretan algunas fechas, podrían prolongarse un poco más. Brenneisen dice que quiere aprovechar que su amigo está en Lima para tocar con él todo el tiempo que pueda.

En octubre de 2014, el cantante dio una entrevista a la web Página Central en la que dijo que nunca consideró amigos a sus compañeros de banda. Le pregunto si sigue pensando igual y dice que sí. Que nunca compartió sus cosas con ellos, que había química musical pero poco más. Pero agrega que en los últimos dos años su relación con Iñoñán se ha convertido en una verdadera amistad. Y así parece. Hace un momento, el hijo de Brenneisen salió a saludar al bajista con un caluroso "¡Tío Pepe!". Es otro tiempo.

Con Josué Vásquez, el otro miembro original, es otro cantar. Hoy ambos mantienen una relación cordial pero sin falsos afectos. Desde que el baterista renunció, a fines de 2010, no han vuelto a tocar juntos.

Pero eso acabará el jueves 21. El productor Pepe Chiriboga  ha convocado a los tres músicos a un concierto de conmemoración de los 20 años del "Cero", su primer disco. Será la oportunidad para que sus seguidores puedan ver reunida a la formación original. A los responsables de crear –junto con Jeffrey Parra, el guitarrista fundador, el hacedor de las melodías más emblemáticas– la que durante muchos años fue considerada una de las pocas bandas de culto en el país.

Pasado que no borramos

La historia de Dolores Delirio comenzó un día de marzo de 1994 en que los amigos Jeffrey Parra y Josué Vásquez, que tocaban en bandas diferentes, decidieron armar un proyecto juntos. Vásquez jaló a Iñoñán, otro amigo, y luego a Brenneisen, a quien había conocido tiempo atrás en la cola de ingreso al Instituto Peruano de Publicidad (IPP) y que venía tocando con una banda de covers en su barrio adoptivo de Salamanca.

En los primeros ensayos salieron "Viento satélite", "A cualquier lugar" (con letras de Vásquez) y "Carmen" y "Vértigo" (con líricas de Brenneisen). En junio grabaron su primera maqueta y a mediados de 1995 su primera producción, el casette llamado "Cero", que al año siguiente distribuiría como CD Navaja Producciones.

Crecieron vertiginosamente. Banda revelación del 94, Mejor banda del 95, un nuevo disco el 97, elogios de la crítica y cada vez más conciertos. Por supuesto, se creyeron estrellas de rock. En Trujillo pusieron de vuelta y media un hotel: escondieron las macetas y las alfombras de los corredores, voltearon las camas, dejaron los televisores en los baños. Eran travesuras de jovenzuelos que no terminaban de creérsela. ¡Estaban viviendo sus sueños!

Y, en junio de 1998, la tragedia. Jeffrey Parra y el sonidista Juan Ramos tomaron un taxi desde el estudio El Techo, en Pueblo Libre, hasta San Borja. Cinco cuadras antes de llegar a la casa del guitarrista, el taxi se estrelló contra otro automóvil. Parra no sobrevivió. Después de un retiro de reflexión en Obrajillo, la banda decidió continuar.  Su música se resintió. Fue imposible superar la ausencia del miembro más creativo, más experimentador, de quien era considerado por sus pares uno de los mejores guitarristas de su generación.

En la última semana de diciembre de 1999, en el último concierto del año, después de una presentación en la que dejaron el alma, llegó la oferta de Sony Music. La tomaron.

No se hicieron masivos. No conquistaron  

Latinoamérica. Con "Raíz", el disco que sacaron con Sony, dejaron un puñado de buenas canciones, algunos nuevos himnos, pero no, algo se había perdido. Brenneisen hace autocríticas: rechazaron la propuesta de single de la disquera y se negaron a tocar junto a otros artistas del sello como Pedro Suárez-Vértiz. Sony les propuso que grabaran con Manuel Garrido Lecca, el productor de Pedro, y ellos prefirieron a Gabriel Vigliensoni, productor y músico de Lucybell. Decidieron trabajar bajo sus propios términos. Quizás haciendo honor a una frase que los describía bien por esos años: "Demasiado comerciales para los subtes; demasiado subtes para los comerciales".

Oportunidad única

Después de aquello sobrevino una etapa errática. Brenneisen dice que no sabían hacia dónde ir. Vásquez se fue en 2001. Meses después, los miembros restantes acordaron disolverse. Cerraron esa etapa con un emotivo concierto en el Lawn Tennis y una gira de despedida en 2003. Dos años después, regresaron. En 2007 volvieron los desencuentros: Brenneisen se fue y lo reemplazó Luis Sanguinetti, que grabó un disco con Vásquez e Iñoñán, "Plástico divino", pero que, eventualmente, también se fue. Otra vez volvió el vocalista original. En 2010, Vásquez se largó. Había sido elegido manager y encargó tareas puntuales a sus compañeros que estos no cumplieron. Tiró la toalla. Juró nunca más regresar.

Y lo sigue jurando. El baterista dice que el concierto del 21 no significa su regreso. Está dedicado a otros proyectos. Maneja una productora, Underpop, que opera como un colectivo de 40 nuevas bandas. En paralelo, toca las baquetas en el grupo Bocanegra. Eso no significa que la tocada de aniversario del "Cero" no lo emocione. Fue su primer disco. Fue su primera banda. Él fundó esa banda.

Vásquez no planeaba este concierto. Tampoco Brenneisen ni Iñoñán. Hace unas semanas, debido a una oferta que les hizo una marca para usar una canción, cantante y baterista retomaron contacto. La charla fue cordial. Brenneisen se lo contó a Pepe Chiriboga, quien consideró que era el momento adecuado para reunirlos. Aunque fuera solo una vez. Lo del aniversario del "Cero" es un pretexto. Las cosas simplemente se dieron. Así es el camino.


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