sábado, 5 de diciembre de 2015

ENTREVISTA



“Tú me das una piedra 
y yo hago lo que quieres”

Amelia Villaverde Diseñadora. Trabaja platos y utensilios a partir de la piedra natural.


Foto: DAVID HUAMANÍ 

Creciste en una cantera. ¿Cómo fue tu vínculo con las piedras?
Sí, mi padre siempre tuvo una cantera, hasta el día de hoy. Trabajaba extrayendo piedras para construcciones, zanjas, edificios, columnas. Estaba cerquita, al pie de mi casa prácticamente. Nosotras parábamos allí y de cualquier piedra bonita, hacíamos batanes, morteritos y hasta bancas.

¿Y de verdad las piedras hablan?
Sí, y cada piedra tiene un sonido diferente cuando la golpeas...

¿Cuándo asocias las piedras al diseño de utensilios y menaje?
Eso ya nace cuando comencé a hacer decoraciones. Se me ocurrió porque me interesaba la gastronomía, y veía que muchos chefs usaban esas piedras pizarra, que duran tres lavadas porque se despintan. Es que son piedras procesadas, no naturales. 

¿Y las tuyas?
 Son de cantera o de río. Y allí me nació la idea. Primero, hice una lajita como esa (señala una), le hice una foto, la posteé en Facebook y le gustó a un chef, luego a otro, y a otro, y empezamos a sacar más y más. Luego comenzamos con los batanes y morteros.

¿Cuál es tu piedra favorita?
 La piedra del río me encanta. Son todas diferentes, vienen en colores increíbles, texturas, formas. Hemos encontrado piedras rosadas, beige…

¿En qué lugar del Perú están las piedras más bonitas?
En Ayacucho. También acá en Chosica encontramos piedras muy bonitas, de colores. O las piedras del departamento de Andahuaylas, que son totalmente diferentes a las demás.

¡Conoces las piedras de cada lugar!

Sí. Las de Arequipa de color beige. En Moquegua está la piedra verde. Es el único lugar donde la puedes encontrar. En Ayacucho tienen unas piedras hermosas, marrones. Viajamos mucho y a veces los ríos están cargados y no podemos llegar, porque vamos con camiones para poder cargar tantas piedras.

Tú vives junto a una cantera, ¿también usas esas piedras?
También. Yo uso todas las piedras que pueda, por los colores y las formas. Las piedras del lugar donde vivo me sirven mucho para los batanes y morteros, porque, al momento de golpear o moler, no se van a maltratar. También hay una cantera que está a 20 minutos de donde vivo, donde extraemos piedra negra, que nos sirve para los platos negros que a los chefs les gustan mucho, porque ese color contrasta con su comida.

¿Y cómo cargas piezas tan pesadas?
Uf, para ir a los restaurantes, donde los chefs, las he cargado yo misma. Un día, llevé quince piezas, entre morteros y otros objetos, porque para mí es importante que la gente las vean, las toquen, que sientan la textura de cada piedra. Cargué todo lo que podía, en dos bolsas, una a cada lado, ¡hasta el lomo se me hacía morado!

¿Cómo haces: primero miras la piedra y decides qué hacer con ella o al revés?
Depende. Por los diseños que tenemos que elaborar, ya sabemos con qué piedra vamos a trabajar, pero de repente por ahí encontramos una que nos gusta, y también la cargamos, y ya luego vemos qué podemos hacer con ella.

¿Y hay piedras que se resisten más?
Sí, hay piedras que son más fuertes, como de Ayacucho, o las de nuestra cantera, que son bien duras. Tenemos que quemarlas con llantas para que puedan suavizarse un poco. Son rocones y tenemos que partirlos para cada pieza.

Fuera de la estética, ¿qué ventaja tiene una pieza de piedra ante otro material?
 El sabor. Por ejemplo, la carne es totalmente diferente si es preparada sobre una parrilla de piedra. O, por ejemplo, se suele hacer la pachamanca a la olla en una olla a presión o de barro. Nosotras vamos a sacar la olla pachamanquera y el sabor va a ser exactamente el mismo que si lo hicieras en la tierra.

También ganaste el premio de Sierra exportadora. ¿Con qué pieza?
Fue por ese bowl que está ahí (señala uno), porque se asemeja mucho a los bowls que usaban los incas antiguamente. Competimos con 50 artesanos a nivel nacional, de todo tipo: textiles, cerámicas.

¿Y cómo nació ese bowl?
Cuando recién nos iniciamos. Pensábamos en hacer algo para poner una patasca, una sopita, un caldito. La fuimos tallando, tallando, tallando de una roca. Nos demoramos un día y medio con una sola pieza. Es la pieza más trabajosa…

Realmente te apasionan las piedras, ¿no?
Sí. Este negocio para mí es una pasión. Cada pieza que yo saco es como un hijo. Yo tengo otro negocio, pero mis piedras lo son todo para mí. Son tres años que me he dedicado cien por cien a ellas. No ha sido fácil, pero en ningún momento las he dejado. Lo que más deseo es que, en algún momento, los platos de piedra se hagan conocidos en muchos países del mundo y que se sepa que es trabajo peruano.

¿Yo te puedo traer cualquier piedra y tú me creas algo?
Por supuesto. Tú me das una piedra y yo hago lo que quieras. Hacemos absolutamente todo. Yo me concentré mucho en el menaje, por el tema de la cocina, pero la piedra, realmente, no tiene límites.

La ficha
Nací en Huarochirí y crecí al pie de una cantera. Desde pequeña amé las piedras y, conforme pasaron los años, empecé a trabajar en decoración de interiores y exteriores.  Hace unos años, comencé a hacer platos y utensilios hechos en piedras de diferentes partes del país. Muchos restaurantes gourmet usan mis creaciones: Embarcadero, Máncora, El Golf Los Incas, El Hilton y hasta un restaurante ecuatoriano.  En mi página web (slatersperu.com) encontrarás morteros, batanes, bowls, bandejas, platos y todo lo que la imaginación permite crear a partir de una piedra.


Maritza Espinoza - La República

 

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