Denunciar la discriminación
aún es muy difícil en el Perú
El Ministerio de Cultura recibió este año 38 reportes y Defensoría 40,
pero la mayoría de víctimas no denuncia por vergüenza.

Los casos son diversos, pero tienen en común que todos son absurdos y
humillantes: un niño afrodescendiente es el centro de las burlas de sus
compañeros del colegio que lo comparan con monos o cocodrilos solo por su color
de piel; un hombre de rasgos andinos es impedido de entrar en un bar por
supuestamente no tener ‘buena presencia’; una mujer que labora como trabajadora
del hogar es imposibilitada de usar el ascensor de un edificio en un barrio
pudiente porque viste un uniforme; y un joven de rasgos asiáticos es objeto de
burlas en una institución pública porque en su foto sus ojos ‘no se ven’. Todos
son casos de discriminación.
Bernardo Cáceres, director de Diversidad Cultural y Eliminación de la
Discriminación Racial del Ministerio de Cultura, indicó que este fenómeno es
frecuente en la sociedad peruana. “La discriminación es transversal, múltiple y
acompaña a todos los ciudadanos. Más que rasgos físicos, el factor
discriminador aquí es cultural o la procedencia de la persona. Por ejemplo, una
ciudadana urbana se siente superior a una rural, aunque eso no tenga ninguna
razón de ser”, explicó.
Roberto Anguis Fuster, coordinador de la plataforma Alerta Contra el
Racismo, dijo que en los tres años de funcionamiento del sistema se han
recibido 163 reportes por discriminación, y aunque ello demuestra que la
problemática existe, la mayoría de personas aún no expone estas situaciones.
“La falta de una cultura de la denuncia hace que no haya más casos. Este año
solo llegaron 38 reportes”, indicó.
Por su parte, la Defensoría del Pueblo recibió 58 quejas por
discriminación durante 2014 y 40 hasta setiembre de este año. Aunque las quejas
atendidas en ambas dependencias fueron por diversos motivos, como indumentaria,
orientación sexual, discapacidad, sexo, en su mayoría estos casos está
relacionados con trato discriminatorio en el acceso al trabajo, la educación y
la salud, y se consideraron fundados.
“El número de quejas, empero, no representa la magnitud del problema
porque muchos perciben esta práctica como natural o normal y por ello no lo
denuncian. Otros sienten vergüenza o temen represalias y desconfían de las autoridades”,
dijo Gisella Vignolo, adjunta para los Derechos Humanos de la Defensoría del
Pueblo.
POCOS PROCESOS
Pese a que los casos se presentan casi todos los días, son muy pocas las
personas que se animan a denunciar en el Poder Judicial. Desde la incorporación
del delito de discriminación en el Perú, en el 2006, se han dictado solo cinco
sentencias y la mayoría fue en agravio de personas con discapacidad.
Por eso, la semana pasada sorprendió el caso de Azucena Asunción
Algedones, una mujer afroperuana que, cansada de la agresión sistemática que
sufría en el trabajo, decidió denunciar a los altos funcionarios de la Empresa
de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Municipal de Huancayo y, después
de tres años de lucha, logró la primera sentencia por el delito de
discriminación racial.
Marco Antonio Ramírez, presidente de la Red Peruana de Jóvenes
Afrodescendientes (Ashanti), explicó que este caso es paradigmático, pues anima
a las personas a denunciar y a reconocer su condición étnica. “La mayoría no
denuncia por vergüenza. No es bonito aceptar que uno es discriminado por su
raza, reconocerlo es un proceso complejo porque duele. Además, la mayoría de
personas camufla el racismo y la discriminación con las bromas y piensa que si
denuncia es un resentido o acomplejado”, subrayó.
HAY MUCHAS TRABAS
Pero denunciar un acto de discriminación tiene más escollos. Gisella
Vignolo indicó que, además de que la mayoría de peruanos no tiene claros sus
derechos, en las comisarías los policías no reciben las denuncias y no saben
que pueden hacer constataciones. “Pero eso no es todo. Las investigaciones
duran demasiado tiempo, tienen un costo que debe ser asumido por el denunciante
y pueden causar represalias, sobre todo en el ámbito laboral o educativo”,
explicó.
Vignolo agregó que otra traba es la prueba para demostrar que hubo
discriminación. “Esto no es fácil, algunos pueden tomar una fotografía o tener
un testigo, pero no siempre es así. A veces es la palabra de uno contra otro.
Por ello los jueces deben ser muy creativos a la hora de evaluar las denuncias”,
sostuvo.
Para contrarrestar esta situación, 101 municipalidades de las 1,342 que
existen en el país han emitido ordenanzas contra la discriminación. Sin
embargo, aunque hay algunas muy completas que tienen medidas preventivas y
sancionadoras, la mayoría de normas no se han implementado adecuadamente.
Ante ello, Vignolo recomendó fortalecer los mecanismos de denuncia para
investigar los casos a nivel administrativo y judicial. Asimismo, trabajar en
las escuelas para la formación de los niños, como medida de prevención, y
empoderar al ciudadano sobre sus derechos. “Además, necesitamos que las
sanciones por discriminación o racismo sean ejemplares”, enfatizó.
PIDEN MÁS FACILIDAD
PARA DENUNCIAR
Ante lo engorroso que resulta actualmente llevar un caso de
discriminación al Poder Judicial, la Red Peruana de Jóvenes Afrodescendientes
propuso que se invierta la carga de la prueba para las denuncias de racismo.
“Hoy en día las personas que denuncian racismo tienen que probar que han
sido discriminadas, pero lo que proponemos es que sea el supuesto agresor quien
demuestre que no ha discriminado. Esto porque la mayoría de personas que son
discriminadas son de escasos recursos”, dijo Marco Antonio Ramírez, presidente
de la red.
Por otro lado, Roberto Anguis, coordinador de Alerta Contra el Racismo,
indicó que para mejorar el proceso de denuncia, se podría revisar el ejemplo de
países como Argentina o México, que han incorporado institutos nacionales
contra la discriminación e incluso cuentan con mecanismos de conciliación,
previos a la denuncia.
Por Mariella Sausa (msausa@peru21.com)
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