Partidor
electoral:
Afinando la maquinaria de PPK
Elogio del
sancochado. PPK tiene como reto lograr que su partido se convierta en un eficaz
operador político

Para ganar
una elección presidencial en el Perú se necesita una maquinaria política
cuajada en, al menos, dos campañas consecutivas. Alejandro Toledo, Alan García
y Ollanta Humala dan fe de ello. En el 2001, Toledo articuló la mayoría de núcleos
anti-fujimoristas, activados a partir de la ola de movimientos regionales de
fines de los noventa.
En el 2006,
García ya había inyectado nueva energía al Apra: contaba con el apoyo de 12
gobiernos regionales y decenas de alcaldías. Para el 2011, etnocaceristas y
grupos antisistema sostenían a Humala.
Cada una de
estas victorias aprovechó sus respectivas maquinarias afinadas en su punto.
Antes habían sido andamiajes prematuros: Perú Posible en la campaña del 2000
estaba infiltrado, el Apra en el 2001 llevaba a cuestas la memoria fresca del
1% obtenido en el 2000 y Humala en el 2006 tuvo que ‘alquilar’ a UPP. La
maquinaria, definitivamente, importa.
El 18,5% de
Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en las elecciones pasadas califica como milagro si
nos atenemos exclusivamente a los criterios de movilización política. Aunque
haya sido criticado, aquel resultado no se puede explicar sin el recordado
‘sancochado’.
A falta de
una, PPK contó entonces con tres maquinarias y un vehículo personalista: PPC,
Restauración Nacional, Alianza para el Progreso (APP) y el Partido Humanista.
En circunstancias en que no existe un solo partido capaz de asegurar activismo
en más de la tercera parte del territorio, el vilipendiado combinado de
ingredientes políticos de todos los sabores rindió frutos.
Al inicio de
su segunda campaña presidencial, la ausencia del ‘sancochado’ se echa de menos
sotto voce. Hoy, el principal escollo de PPK no es su nacionalidad ni su edad,
sino su falta de aparato electoral.
UN ‘AGUADITO’
Hacia
finales del 2011, PPK creía haber aprendido la lección: no volver a aliarse con
partidos. Consideraba que sus acompañantes del 2011 habían sido ingratos. La
bancada de Alianza por el Gran Cambio se fracturó a pocos meses de iniciar la
legislatura y muy pocos quisieron seguir sus pasiones tecnocráticas.
Sus cuadros
más leales –ilusionados con la tarea de administrar con coherencia ideológica
dicha bancada– casi no pudieron conocer los pasillos del Congreso. PPK tomó
nota de la moraleja: no volver a pactar con políticos trajinados debido a su
poco compromiso con la defensa de sus ideas.
Luego de esa
campaña, la inercia del fenómeno electoral de PPK había dejado una resaca aún
embriagante. Jóvenes adeptos al ex ministro e incluso ex simpatizantes de Lay,
Acuña y hasta de Simon habían caído seducidos por su prédica. ¿Sería posible
soñar con una organización propia y así evitar los chantajes partidistas?
Gilbert Violeta asumió la tarea de construirla, ideada como plataforma para una
eventual postulación. Tomando como base los remanentes PPKausas del 2011 y
buscando aliados regionales, se formó Peruanos por el Kambio, único sostén
orgánico de la campaña actual.
Peruanos por
el Kambio dista mucho del motor de acción colectiva que fuera el ‘sancochado’.
La organización es muy novata en términos de experiencia movilizadora.
Sus aliados
regionales sufren los mismos problemas de representatividad que agobian a los
partidos nacionales. Las estructuras políticas que han sumado (Salvador Heresi
en San Miguel y Bobby Matos en San Martín de Porres) tienen un alcance
limitado.
La visión
proselitista de Peruanos por el Kambio aún no convence. Las charlas para
jóvenes provincianos y de zonas marginales (el mexicano Carlos Cuauhtémoc
reemplaza en esta campaña al difunto Miguel Ángel Cornejo), así como los
diálogos de PPK en barrios populares, no han subsanado la deuda pendiente de la
campaña anterior: meterse en ‘las mentes y los corazones’ de los electores D y
E.
“Si en el
2011 PPK tenía un sancochado, ahora parecemos un aguadito… tenemos mucha
menudencia”, sentencia un cercano colaborador al candidato. La imposibilidad de
subir en las encuestas –en lo que va de la campaña– hizo sonar las alarmas en
el equipo del ‘gringo’.
Mientras que
para un sector del comité político se requerían alianzas con grupos más duchos
en movilización popular (como Solidaridad Nacional), para otro, PPK no depende
de andamiajes ni portátiles. Además, afirman los últimos, “PPK no necesitó de
Acuña ni del PPC para la alta votación que obtuvo en el 2011”.
¿SE PUEDE
GANAR SIN ALIANZAS?
PPK tiene
jale. Despierta simpatías pero su carisma tiene un límite. No ha generado una
identidad política entre quienes lo apoyan. Su elector es –hasta cierto punto–
circunstancial. Flota sobre la superficie y requiere de una maquinaria política
o de creencias poderosas para traerlo a tierra, para convertir al fan en voto
duro. APP y el PPC cumplieron en el 2011 esa función complementaria de asentar
los volátiles humores del elector PPKausa.
En el 2011,
PPK tuvo sus mejores desempeños electorales en Lima y el sur del país. Mientras
su votación nacional alcanzó el 18,5%, solo en cinco regiones superó dicha
cifra: Lima y Callao (26,8% y 28,6%, respectivamente), Arequipa (25,9%),
Moquegua (20,4%) y Tacna (18,6%). El PPC tuvo candidatos claves al Congreso en
cada una de estas jurisdicciones. De la lista congresal del ‘sancochado’, el
PPC presentó 12 de 36 candidatos en Lima, uno de tres en el Callao, dos de tres
en Moquegua, uno de tres en Tacna y la cabeza de lista (Juan Carlos Eguren) en
Arequipa.
El PPC fue
funcional para el arrastre de PPK, pues le permitió consolidar su
posicionamiento en aquellas regiones que –por ascendencia o tradición– le han
otorgado histórica receptividad. De hecho, hay grandes continuidades entre los
bolsones electorales de Lourdes Flores (2006) y de PPK (2011). La correlación
entre las proporciones de votos obtenidos (por distritos) por ambos candidatos
en esos años es más alta que entre las candidaturas presidenciales de la propia
Flores (2001 y 2006). Aunque hoy PPK es favorito en estas mismas regiones, la
presencia del PPC como rival está orientada a disputarle el electorado clase
alta, conservador y tradicional que PPK creía en su bolsillo (estratégica
movida de Alan García).
Por otra
parte, la maquinaria clientelar de APP sí contribuyó al caudal electoral de
Kuczynski en el 2011. El partido de Acuña tuvo cuatro de las siete candidaturas
congresales en La Libertad, su feudo político. En esta región, el voto por PPK
ese año fue ligeramente mayor (14,4%) que el de su lista congresal (14,2%),
confirmándose así un voto disciplinado. Quien votaba por Acuña al Parlamento lo
hacía por PPK a la presidencia.
Lambayeque,
en cambio, sí ilustra un aparato que no aportó a la candidatura de PPK: el
Partido Humanista. En esta región, los partidos de Acuña y Simon tuvieron dos
candidatos parlamentarios cada uno, pero la maquinaria del ex primer ministro
desniveló el apoyo en desmedro de la candidatura de PPK. Alianza por el Gran
Cambio obtuvo 9% a nivel presidencial y 13% en su lista congresal. Simon fue
elegido parlamentario y PPK obtuvo una de sus votaciones más bajas.
Como se ve,
no todas las maquinarias suman igual. APP demostró en el 2011 funcionalidad y eficiencia.
De concretarse la alianza entre PPK y el movimiento de Elidio Espinoza (alcalde
de Trujillo), quedará en evidencia la distancia entre la presa con hueso (APP)
y la menudencia (el movimiento de Espinoza).
UN PLATO GENEROSO SIN CONSISTENCIA
Los jales de
técnicos y políticos con experiencia (Fernando Rospigliosi, Gino Costa, Juan
Sheput, Carlos Bruce) acallan a quienes vociferan que en el Perú los políticos
profesionales no existen. Incluso movimientos novatos –como Peruanos por el
Kambio– resultan atractivos para ex ministros, ex alcaldes y hasta ex
candidatos presidenciales. El problema que enfrenta PPK radica en cómo traducir
la polifonía de estrategias, sugerencias, miedos y apuestas de un conglomerado
profesional pero disímil. La falta de consistencia del platillo que prepara PPK
para el 2016 llega a su entorno de toma de decisiones.
El
tecnócrata o tecnopol de naturaleza ‘independiente’ no se casa con ninguna
causa ni compromete su pensar. Su horizonte, por lo tanto, es de corto plazo
(10 de abril). La incertidumbre sobre el futuro del proyecto político de PPK
después de esta elección agudiza el pragmatismo de sus coyunturales
colaboradores. De hecho, varios de ellos no salen de sus parámetros de
‘consultor’. No se sienten parte de un proyecto político, sino que siguen
actuando como asesores. No endosan la candidatura de PPK por convicción
ideológica sino por términos de referencia.
Más que
disputas al interior del equipo de campaña, se resiente la falta de química.
Por un lado, están quienes confían en el aparato propio que han construido
(Gilbert Violeta y Jorge Villacorta, su brazo derecho organizativo). Para ellos
es posible remontar la campaña en el interior del país con aliados regionales
como Elidio Espinoza en La Libertad y Fernando Meléndez en Loreto. Los recién
llegados al proyecto, en cambio, son más escépticos y hasta hace poco defendían
la necesidad de coaliciones con partidos más experimentados. De hecho, esta
última posibilidad se exploró (al menos con Solidaridad Nacional, el PPC y
Somos Perú) pero las exigencias de los aliados lucían irreales. Por ejemplo,
uno de los grupos mencionados aspiraba a tener cabeza de lista en Lima; PPK
estaba dispuesto a darles cabida a partir del número 10. “Era imposible lo que
pedían, que te hacía sospechar si ya tenían acuerdos con Acuña”, desliza una
fuente entrevistada.
La falta de
sintonía se extiende a la estrategia mayor de campaña, al punto que para
algunos autocríticos esta aún no existe. El consultor Mario Elgarresta (con
amplio recorrido en campañas presidenciales) ha privilegiado la parte
publicitaria, de la mano de los brasileños ‘Chico’ Mendes y Renato Pereira.
Realizan con mucha frecuencia grupos focales y hasta han puesto a prueba
diversos nombres como acompañantes de plancha de PPK. De estos estudios surgen
ideas sugerentes, “pero hacen falta traductores políticos para el medio
peruano”, según indica una fuente cercana a PPK. A pesar de que la mayoría de
quienes participan del comité de campaña se conocen (muchos vienen de Perú
Posible, muchos han trabajado en el mismo Gabinete Ministerial de Kuczynski),
hace falta afiatar una marca política.
La parte
administrativa de la campaña es, quizás, el aspecto más consolidado. Alfonso
Grados (hombre fuerte de Backus) suma orden en el manejo de los recursos y Ana
María Masseur ha puesto al servicio de la candidatura de PPK sus cualidades de
fundraiser. La cercanía amical del candidato con Susana de la Puente y Cecilia
Blume refuerzan un acceso natural a la alta sociedad limeña que ningún otro candidato
tiene. Pero esta tranquilidad que goza en las esferas de la gestión de
intereses se desvanece cuando hay que volcar los recursos en mensajes políticos
con llegada masiva y eficiente. Pero la campaña recién empieza. PPK debe
entonar su flauta traversa para convertir la pragmática polifonía en música
para todos los oídos. Si sus operadores políticos aceleran su aprendizaje y si
se genera un equipo político ordenado (materia prima tiene), el ‘gringo’ podría
completar su ‘bucket list’.
Carlos Meléndez
Politólogo
El Comercio
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