lunes, 5 de octubre de 2015

ECOLOGIA



Guardianes de la naturaleza

Gracias al cultivo del cacao y a la piscicultura, los yáneshas de Oxapampa (Pasco) están aumentando sus ingresos sin depredar el medioambiente. Este es el modelo de sostenibilidad que se aplica con éxito en la Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha.

Hortensia Bautista y su marido cultivan pacos y boquichicos en su poza, en la comunidad nativa de Santa Rosa de Chuchurras. La piscicultura es un negocio rentable y que, según el Sernanp, evita la depredación de los ríos 

Es un paco tan grande que Hortensia Bautista ya no lo quiere vender. Cada vez que aparece en las redes, ella lo devuelve a la poza. Hasta le ha puesto nombre: "Rosa". Esta mañana, Rosa volvió a aparecer. Su tamaño la hace inconfundible. Ricardo, el marido de Hortensia, lo coge con las dos manos pero el paco se le escurre una y otra vez. Quédate quieta para las fotos, Rosa. Click. Click. Unas fotos más y el (¿o la?) pez regresa a las aguas. Este tampoco era su día. Su destino no será una sartén. Ya casi es de la familia.

Hasta hace unos años, si Hortensia quería cocinar un paco o un boquichico para los suyos, Ricardo debía pasarse horas pescando en el río Chuchurras, a veces de madrugada. Todos los yánesha del distrito de Palcazú, en la provincia de Oxapampa, en la región Pasco, hacían lo mismo. Pero en 2010, un vecino de Hortensia llamado Genaro Crispín la animó a ella, a su marido y a otros miembros de la comunidad Santa Rosa de Chuchurras a participar en un concurso organizado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp). Debían formar una asociación y presentar un proyecto. Por ejemplo, hacer pozas para criar pacos y boquichicos. Genaro había visto que en otras partes de Oxapampa las pozas tenían éxito. Si ganaban, les darían 50 mil soles para que pusieran su proyecto en marcha.

GANARON
Ahora, 60 familias de Santa Rosa de Chuchurras pueden caminar unos pasos desde sus casas hasta sus pozas, echar las redes y sacar los pacos y boquichicos que quieran. Pueden comérselos (en cebiche, en sudado, a la parrilla) o venderlos a otras comunidades o a restaurantes y tiendas de Iscozacín, la capital del distrito de Palcazú. Ganan su platita y evitan la desaparición de las poblaciones de peces en el río.

Pero eso no es todo. Muchos de ellos han dejado en segundo plano a la ganadería, antes su principal actividad económica, que obligaba a talar árboles para cultivar pastizales. Las diez comunidades nativas que rodean la Reserva Comunal Yánesha han dejado (o al menos reducido) la presión que ejercían sobre esta área natural protegida, creada en 1988 precisamente para garantizar la subsistencia de esta etnia. Ahora que ellos cultivan a sus peces en pozas (y siembran cacao y achiote), la reserva puede respirar.

Por eso es que esta zona es un modelo. De esto se trata el desarrollo sostenible. En este tipo de relación entre el hombre y la naturaleza se fundamentó la decisión de la Unesco de declarar, en 2010, al área conformada por el Parque Nacional Yanachaga-Chemillén, el Bosque de Protección San Matías-San Carlos y las reservas comunales Yánesha y El Sira como Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha. La cuarta en el Perú y una de las 631 reservas de este tipo que existen en el mundo.

Un espacio modelo, caracterizado por su biodiversidad y por la presencia de comunidades nativas, en el que el desarrollo económico y la conservación se den la mano.

CULTIVOS AMIGABLES
María Velasco lanza las bolas de concentrado para peces a su poza. Las aguas se agitan con los coletazos de los pacos y boquichicos. Su vecina, Lida Ketcher, nos cuenta que también los alimentan con arroz, trozos de plátano y yuca, aguaje y unos pequeños frutos amarillos llamados estrella que crecen en unos árboles plantados en los bordes. Lida dice que es por esta comida tan bien balanceada que los pescados de Santa Rosa de Chuchurras saben tan rico y son tan pedidos en todo el valle del Palcazú.

El concurso que ganaron los yánesha de Santa Rosa de Chuchurras era parte de un importante proyecto nacional. Entre 2009 y 2012, el Ministerio del Ambiente desarrolló el Proyecto de Mitigación y Adaptación ante el Cambio Climático (MACC) en la Selva Central, que, entre otras estrategias, involucró la creación del Programa de Actividades Económicas Sostenibles (PAES). Estos PAES debían contribuir a evitar las emisiones de CO2 –reduciendo la tala, por ejemplo– y, al mismo tiempo, fortalecer las economías locales. Hermes Liviac, jefe de la Reserva Comunal Yánesha, dice que se desarrollaron 11 PAES en el Palcazú, nueve de los cuales siguen operando. El PAES de Santa Rosa de Chuchurras es uno de los más importantes.

No todos los proyectos iniciados por los yánesha fueron de piscigranjas. Poco después de dejar a Hortensia, María y Lida, visitamos el sector de Pampacocha. Aquí, la familia de don Fidel Colina eligió el cultivo del cacao. Eligió bien. Hoy están entre los más grandes productores de cacao del valle. Pero no todo fue mérito de ellos o del Sernanp.

Los Colina comenzaron a dejar la ganadería, su principal fuente de ingresos, a mediados de 2000, cuando la municipalidad distrital intentó un proyecto de cultivo de cacao que funcionó a medias. Entonces llegó la ONG Desco - Selva Central, con otro proyecto que implicaba no solo la siembra de cacao en 380 has en el valle sino, además, algo fundamental: la asistencia técnica. Para cuando llegó la oportunidad de participar en el concurso de PAES organizado por el Sernanp, los Colina tenían experiencia. Ganaron y ampliaron sus sembríos. Y les va bien.

La asociación creada por la familia Colina tiene ya 62 miembros. En tiempo de campaña, cada uno vende un promedio de 150 kilos mensuales a la cooperativa APSC Sancore Palcazú, con sede en Iscozacín. La cooperativa vende ese cacao a Machu Picchu Foods, una de las empresas chocolateras más importantes del país. Los derivados del cacao yánesha se exportan a 37 países. Llubisa Egg, presidenta de la cooperativa, dice que cada día más nativos (y colonos andinos) se alejan de la ganadería y apuestan por el cacao. Es un negocio rentable. Pero además, como subraya el jefe de la Reserva Comunal Yánesha, en la medida en que el cacao puede convivir con árboles sin problemas, es amigable con la naturaleza.

Hace unas semanas, Rolando Ventura, el actual presidente de la asociación creada por los Colina, fue a Mistura. Lo llevó el Sernanp, para que mostrara los frutos que ofrece el valle del Palcazú. Rolando dice que los limeños se quedaron sorprendidos con el sabor del cacao en la mazorca. Le dijeron que era parecido al de la chirimoya pero más rico. Las dos cajas que llevó para exhibición se le acabaron rapidísimo. Ahora planea llevar un buen cargamento para el próximo año. El cacao yánesha se abre espacio, poco a poco.

NO ES NECESARIO TALAR
A inicios de semana, un importante grupo de hombres y mujeres, funcionarios públicos y expertos de la sociedad civil, todos vinculados a la defensa de las áreas naturales protegidas, se reunieron para hablar de la importancia de la armonía que debe existir entre las actividades económicas del hombre y la naturaleza. Fue en las reuniones preparatorias para el IV Congreso Mundial de Reservas de Biósfera, que se realizará en Perú el próximo año.

El escenario de este encuentro fue Villa Rica. Este distrito de Oxapampa, cuna de uno de los mejores cafés del país, se ha distinguido por el esfuerzo que ha hecho para defender la Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha. Su actual alcalde, Johny Inga, se precia de que el 70% de la madera que llega a los aserraderos del distrito procede de bosques reforestados. Y de que en el 60% de las tierras cultivables conviven productos agrícolas con especies forestales. No es necesario talar para sembrar.

Oxapampa, como tantas zonas de selva del país, fue presa de la deforestación durante mucho tiempo. Solo entre 2005 y 2010 se talaron en esta provincia más de 30 mil has de bosques, según el Instituto del Bien Común. Los esfuerzos de las comunidades yánesha y de las autoridades locales son ejemplos encomiables, pero quizás insuficientes. Una reserva de biósfera es un espacio que debe estar siempre en la mira de la sociedad y del Estado. La naturaleza siempre necesitará guardianes.

Óscar Miranda – La República


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