Guardianes
de la naturaleza
Gracias al cultivo del
cacao y a la piscicultura, los yáneshas de Oxapampa (Pasco) están aumentando
sus ingresos sin depredar el medioambiente. Este es el modelo de sostenibilidad
que se aplica con éxito en la Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha.

Es un paco
tan grande que Hortensia Bautista ya no lo quiere vender. Cada vez que aparece
en las redes, ella lo devuelve a la poza. Hasta le ha puesto nombre:
"Rosa". Esta mañana, Rosa volvió a aparecer. Su tamaño la hace
inconfundible. Ricardo, el marido de Hortensia, lo coge con las dos manos pero
el paco se le escurre una y otra vez. Quédate quieta para las fotos, Rosa.
Click. Click. Unas fotos más y el (¿o la?) pez regresa a las aguas. Este
tampoco era su día. Su destino no será una sartén. Ya casi es de la familia.
Hasta hace
unos años, si Hortensia quería cocinar un paco o un boquichico para los suyos,
Ricardo debía pasarse horas pescando en el río Chuchurras, a veces de
madrugada. Todos los yánesha del distrito de Palcazú, en la provincia de
Oxapampa, en la región Pasco, hacían lo mismo. Pero en 2010, un vecino de
Hortensia llamado Genaro Crispín la animó a ella, a su marido y a otros
miembros de la comunidad Santa Rosa de Chuchurras a participar en un concurso
organizado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado
(Sernanp). Debían formar una asociación y presentar un proyecto. Por ejemplo,
hacer pozas para criar pacos y boquichicos. Genaro había visto que en otras
partes de Oxapampa las pozas tenían éxito. Si ganaban, les darían 50 mil soles
para que pusieran su proyecto en marcha.
GANARON
Ahora, 60
familias de Santa Rosa de Chuchurras pueden caminar unos pasos desde sus casas
hasta sus pozas, echar las redes y sacar los pacos y boquichicos que quieran.
Pueden comérselos (en cebiche, en sudado, a la parrilla) o venderlos a otras
comunidades o a restaurantes y tiendas de Iscozacín, la capital del distrito de
Palcazú. Ganan su platita y evitan la desaparición de las poblaciones de peces
en el río.
Pero eso no
es todo. Muchos de ellos han dejado en segundo plano a la ganadería, antes su
principal actividad económica, que obligaba a talar árboles para cultivar
pastizales. Las diez comunidades nativas que rodean la Reserva Comunal Yánesha
han dejado (o al menos reducido) la presión que ejercían sobre esta área
natural protegida, creada en 1988 precisamente para garantizar la subsistencia
de esta etnia. Ahora que ellos cultivan a sus peces en pozas (y siembran cacao
y achiote), la reserva puede respirar.
Por eso es
que esta zona es un modelo. De esto se trata el desarrollo sostenible. En este
tipo de relación entre el hombre y la naturaleza se fundamentó la decisión de
la Unesco de declarar, en 2010, al área conformada por el Parque Nacional
Yanachaga-Chemillén, el Bosque de Protección San Matías-San Carlos y las
reservas comunales Yánesha y El Sira como Reserva de Biósfera
Oxapampa-Asháninka-Yánesha. La cuarta en el Perú y una de las 631 reservas de
este tipo que existen en el mundo.
Un espacio
modelo, caracterizado por su biodiversidad y por la presencia de comunidades
nativas, en el que el desarrollo económico y la conservación se den la mano.
CULTIVOS AMIGABLES
María
Velasco lanza las bolas de concentrado para peces a su poza. Las aguas se
agitan con los coletazos de los pacos y boquichicos. Su vecina, Lida Ketcher,
nos cuenta que también los alimentan con arroz, trozos de plátano y yuca,
aguaje y unos pequeños frutos amarillos llamados estrella que crecen en unos
árboles plantados en los bordes. Lida dice que es por esta comida tan bien
balanceada que los pescados de Santa Rosa de Chuchurras saben tan rico y son
tan pedidos en todo el valle del Palcazú.
El concurso
que ganaron los yánesha de Santa Rosa de Chuchurras era parte de un importante
proyecto nacional. Entre 2009 y 2012, el Ministerio del Ambiente desarrolló el
Proyecto de Mitigación y Adaptación ante el Cambio Climático (MACC) en la Selva
Central, que, entre otras estrategias, involucró la creación del Programa de
Actividades Económicas Sostenibles (PAES). Estos PAES debían contribuir a
evitar las emisiones de CO2 –reduciendo la tala, por ejemplo– y, al mismo
tiempo, fortalecer las economías locales. Hermes Liviac, jefe de la Reserva
Comunal Yánesha, dice que se desarrollaron 11 PAES en el Palcazú, nueve de los
cuales siguen operando. El PAES de Santa Rosa de Chuchurras es uno de los más
importantes.
No todos los
proyectos iniciados por los yánesha fueron de piscigranjas. Poco después de
dejar a Hortensia, María y Lida, visitamos el sector de Pampacocha. Aquí, la
familia de don Fidel Colina eligió el cultivo del cacao. Eligió bien. Hoy están
entre los más grandes productores de cacao del valle. Pero no todo fue mérito
de ellos o del Sernanp.
Los Colina
comenzaron a dejar la ganadería, su principal fuente de ingresos, a mediados de
2000, cuando la municipalidad distrital intentó un proyecto de cultivo de cacao
que funcionó a medias. Entonces llegó la ONG Desco - Selva Central, con otro
proyecto que implicaba no solo la siembra de cacao en 380 has en el valle sino,
además, algo fundamental: la asistencia técnica. Para cuando llegó la
oportunidad de participar en el concurso de PAES organizado por el Sernanp, los
Colina tenían experiencia. Ganaron y ampliaron sus sembríos. Y les va bien.
La
asociación creada por la familia Colina tiene ya 62 miembros. En tiempo de
campaña, cada uno vende un promedio de 150 kilos mensuales a la cooperativa
APSC Sancore Palcazú, con sede en Iscozacín. La cooperativa vende ese cacao a
Machu Picchu Foods, una de las empresas chocolateras más importantes del país.
Los derivados del cacao yánesha se exportan a 37 países. Llubisa Egg,
presidenta de la cooperativa, dice que cada día más nativos (y colonos andinos)
se alejan de la ganadería y apuestan por el cacao. Es un negocio rentable. Pero
además, como subraya el jefe de la Reserva Comunal Yánesha, en la medida en que
el cacao puede convivir con árboles sin problemas, es amigable con la
naturaleza.
Hace unas
semanas, Rolando Ventura, el actual presidente de la asociación creada por los
Colina, fue a Mistura. Lo llevó el Sernanp, para que mostrara los frutos que
ofrece el valle del Palcazú. Rolando dice que los limeños se quedaron
sorprendidos con el sabor del cacao en la mazorca. Le dijeron que era parecido
al de la chirimoya pero más rico. Las dos cajas que llevó para exhibición se le
acabaron rapidísimo. Ahora planea llevar un buen cargamento para el próximo
año. El cacao yánesha se abre espacio, poco a poco.
NO ES NECESARIO TALAR
A inicios de
semana, un importante grupo de hombres y mujeres, funcionarios públicos y
expertos de la sociedad civil, todos vinculados a la defensa de las áreas
naturales protegidas, se reunieron para hablar de la importancia de la armonía
que debe existir entre las actividades económicas del hombre y la naturaleza.
Fue en las reuniones preparatorias para el IV Congreso Mundial de Reservas de
Biósfera, que se realizará en Perú el próximo año.
El escenario
de este encuentro fue Villa Rica. Este distrito de Oxapampa, cuna de uno de los
mejores cafés del país, se ha distinguido por el esfuerzo que ha hecho para
defender la Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha. Su actual alcalde,
Johny Inga, se precia de que el 70% de la madera que llega a los aserraderos
del distrito procede de bosques reforestados. Y de que en el 60% de las tierras
cultivables conviven productos agrícolas con especies forestales. No es
necesario talar para sembrar.
Oxapampa,
como tantas zonas de selva del país, fue presa de la deforestación durante
mucho tiempo. Solo entre 2005 y 2010 se talaron en esta provincia más de 30 mil
has de bosques, según el Instituto del Bien Común. Los esfuerzos de las
comunidades yánesha y de las autoridades locales son ejemplos encomiables, pero
quizás insuficientes. Una reserva de biósfera es un espacio que debe estar
siempre en la mira de la sociedad y del Estado. La naturaleza siempre
necesitará guardianes.
Óscar Miranda
– La República
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