Martín Wolf: 'América Latina es una de las regiones más inequitativas del planeta'
El jefe y comentarista principal de Economía del Financial Times estuvo en Lima para la Reunión de Gobernadores del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Martin Wolf,
jefe y comentarista principal de Economía del Financial Times –tal vez la publicación
de economía y finanzas más influyente del mundo– estuvo en Lima para la Reunión
de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y nos
concedió esta entrevista. Esta es la primera parte.
En nuestros países casi no se presta
atención a la desigualdad, como si no fuera importante o urgente. Claramente no
es desinformación, incluso nos gustaría pertenecer a clubes de países como la
OCDE.
Ciertamente,
América Latina es una de las regiones más inequitativas del planeta…
Cierto, pero nadie aquí, en el Perú o
en la región, parece querer hablar de eso. ¿Por qué?
No puedo
responder la pregunta política.
Quizá –y
aquí estoy arriesgando una explicación en temas que no son de mi especialidad–
la razón sea que la desigualdad en América Latina ha estado profundamente
enraizada en procesos históricos y se han hecho muchos intentos que no han
funcionado para contrarrestarla.
Revoluciones,
dictaduras, democracias precarias… Es muy difícil manejar la inequidad para un
país relativamente pobre.
La creación
de un Estado socialdemocrático, que yo creo que es de lejos el mejor para
enfrentar este dilema, requiere un gobierno muy técnico, un país altamente
próspero que pueda costear y soportar los impuestos y encontrar una manera de
redistribuir los activos sin entrar en otro enfrentamiento de clases, en medio
del cual las inversiones y el capital se van y la economía colapsa.
Esto es muy, muy difícil.
Diría que es
una preocupación genuina y no sé, yo mismo, en dónde me encuentro respecto de
él.
Los procesos
que impulsan la creciente inequidad son muy poderosos, no son procesos simples,
fáciles de cambiar, y están profundamente enraizados en la manera en la que la
economía funciona hoy. Es sencillo identificar el problema, pero las soluciones
son todas muy, muy difíciles.
¿Tanto así?
En primer
lugar, es difícil identificar una solución en un solo país.
Obviamente:
mercados de capitales abiertos, cuentas de capital abiertas. Puedes encontrar
una solución en un país y al menos el capital y la gente que se pueda movilizar
se va a ir.
Redistribuir
los activos puede ser políticamente muy popular pero suele ser enormemente
disruptivo desde el punto de vista económico, es muy difícil de hacer sin que
sea un desastre.
Construir
una especie de estado de bienestar para redistribuir oportunidades requiere una
administración ultraeficiente y aceptación de impuestos relativamente altos, lo
que significa que las personas están dispuestas a pagar sus impuestos porque se
identifican profundamente con su país.
En general,
ha funcionado en Escandinavia, Alemania y, en cierta medida, en Francia, países
muy ricos y muy bien gestionados.
En América Latina, ¿eso está fuera de
nuestro alcance?
Lo que
estamos buscando es un patrón de crecimiento que beneficie a más personas, que
incluya a más personas, y en el que más personas puedan participar.
Y diría que,
en general, con quizá una excepción importante, no sabemos cómo hacerlo; muy,
muy pocos países han tenido éxito en diseñar algo así. La mayoría de los países
que han construido su crecimiento a partir de las exportaciones de materia
primas lo han tenido muy, muy difícil.
Los
commodities más valiosos tienden a ser producidos con métodos de inversión
intensiva de capital y a gran escala. Esto es verdad para el petróleo y el
hierro y el cobre.
Pero también
lo es para la mayoría de productos agroindustriales. Una granja brasileña
moderna y eficiente está increíblemente mecanizada porque es enorme.
Los viejos
tiempos de “el campesino” se acabaron. La agricultura para la exportación ya no
es lo que solía ser anteriormente.
Ahora
también es de gran escala, intensiva en capital y en demanda de habilidades.
Entonces, no
sabemos qué ni cómo hacer con esto.
Pero, además, sucede que en nuestros
países tenemos niveles altísimos de informalidad.
Así es y es
esa precisamente una de las razones por las que no pueden aplicar soluciones de
un Estado socialdemócrata. Dinamarca no es así, todo el mundo está en la
economía formal. Se puede poner impuestos a todos, sabes qué es lo que están
haciendo, puedes registrar lo que están haciendo, les puedes dar –en nuestro
país– créditos fiscales porque sabes cuánto ganan, todo el mundo es formal. Por
supuesto, tenemos una economía negra.
…Que también es una economía
informal, todos tienen una…
Todos tienen
una. Pero no de la escala de la que ustedes tienen aquí.
Dice que no
hay salida…
La inequidad
es un problema grande que afecta a toda la economía. Pero tenemos que ser
completamente honestos con esto: una de las razones por las que las personas no
hablan mucho de esto es porque realmente no sabemos qué hacer.
Nada ha
funcionado. Ni las revoluciones comunistas, ni las revoluciones populistas, ni
la democracia social –que ha funcionado en algunas partes y con restricciones,
pero tiene que ser gestionada de manera fantástica–, pero para la mayoría de
los países desarrollados, diría que hoy nadie tiene una respuesta a la
pregunta.
Y esa es una
de las razones por las que los políticos están tan frustrados.
AUTOFICHA
Premio. Ha sido nombrado Comandante del
Imperio Británico en el 2000, por su contribución al periodismo financiero.
Título. Realizó un doctorado en Ciencias
Económicas, honoris causa en la Universidad London School of Economics, en
diciembre del 2006.
Por Luis
Davelouis (Twitter: @ldavelouis)
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