Miguel
Mejía: “Cuando yo hago
una foto no me pongo una coraza”

Una frase
tuya: mañana le tomaré una foto a una piedra y haré que cante. ¿Cómo canta una
piedra?
(Risas)
Bueno, es que uno hace cantar a la piedra de acuerdo a la perspectiva que tiene
sobre las cosas. O sea, de repente yo hago la foto y digo que la piedra está
cantando, pero para otro no. Sin embargo, siempre intento que mi fotografía
diga algo que se entienda con facilidad. Yo no pretendo hacer fotografía
subjetiva o fotografía de autor.
Estudiaste
periodismo. ¿Cómo terminas siendo fotógrafo?
Quería ser
periodista de investigación. Por dos años hice periodismo de redacción: un año
en Caretas y otro en Cusco, donde una ONG me contrató para ser una especie de
jefe de comunicaciones. Editaba una revista, la diseñaba, hacía las fotos,
redactaba los editoriales. Era el jefe y único empleado.
¡Ejército de
un solo hombre! (Risas)
Sí. Y en una
protesta campesina en Sicuani, no había hecho anotaciones y, para hacer la
crónica, comienzo a ver las fotos, y me doy cuenta de que estaba transcribiendo
lo que ya decían. Así que mejor puse solo fotos y muy poco texto.
Dejaste que
hablen las fotos…
Sí, que
cuenten. Y cuando se imprimió la revista
y vi las fotos en papel y supe que no necesitaba mucho para decir las cosas que
quería expresar, dije: Este es el lenguaje que quiero hablar por el resto de mi
vida. En ese momento decidí que tenía renunciar a este trabajo.
¿Y aquí
llegas ya como fotógrafo?
Sí. Terminé
Cusco y me vine a Lima sin nada. Vine a La República y el editor de fotografía
me dice: Pelao, tenemos dos practicantes y no hay plata para un tercero. Yo le
digo: Pero puedo practicar gratis, quiero aprender. Y mi aprendizaje fue rápido, porque acá me
choqué con gente que ya tenía mucha experiencia y de la cual me nutrí
muchísimo.
¿De quién
aprendiste más?
De Virgilio
(Grajeda), desde el primer momento. Es una persona que te recibe y te explica
sin que tú le preguntes. Y creo que parte del lenguaje de comunicar sin darle
mucha vuelta a la imagen viene también
influenciado por él, que es netamente fotoperiodístico.
¿Cómo es tu
mirada fotográfica?
Una
fotografía tienes que sentirla. O sea, tú ves esa fotografía y de pronto tu
corazón se acelera un poco. Cuando yo hago una foto, no me pongo una coraza.
Por ejemplo, con la gente que estuvo en las exhumaciones, conviví muchos días
en la montaña, estuve con los forenses, compartí con ellos. Entonces creo que
mi mirada es una mirada del interior, desde adentro…
¿Es difícil
hacer una foto buena en una comisión de un par de horas?
No, si uno
ya sabe que su mirada tiene que ser íntima. El fotógrafo tiene que esforzarse
por tener empatía con sus personajes y eso no se logra estando mudo. Hay
fotógrafos-artistas que están como dando vueltas y buscando el ángulo, pero
nunca hablan con la gente.
¿Es
necesario hablarle?
Claro. Yo
primero hablo con la gente, que me conozcan quién soy, de dónde vengo. Uno no
tiene que estar desesperado por hacer una foto. Hay fotógrafos que entran a
algún lugar y ya están fotografiando. Uno tiene que observar, tiene que hacerse
parte del lugar, mimetizarse. Entonces allí uno recién puede intentar una buena
foto.
Dicen que un
50% de una buena foto es suerte, pero tú no crees en la suerte…
Hay suerte
en el sentido de que hay situaciones que uno no espera y suceden. Entonces, la
situación puede ser inesperada, atribuible a la suerte tal vez, pero el ángulo,
la visión, el instante que eliges para hacer el disparo no es suerte.
Más allá de
premios y reconocimientos, ¿de qué foto te sientes particularmente orgulloso?
La verdad es
que uno va dejando atrás las fotos que hace. Pero por ahí hay una foto que me
gusta mucho y es la de una mujer campesina protestando en Bambamarca contra la
minera.
¿La que está
dando pecho a su hijo?
Sí. Esa foto
me encanta. Yo fui a Bambamarca con Flor Ruiz y habíamos hecho fotos de la
protesta, pero sentía que no tenía una buena foto. En eso, justo se nos
revienta la llanta y cambiarla iba a demorar 20 minutos. Le dije a Flor: En
quince minutos regreso. Y me fui a buscar otra vez la protesta.
Pero ahí sí
tuviste suerte…
No sé. De
esa mujer hice como 25 fotos, pero no todas tuvieron el ángulo adecuado. Fue
esta única foto, en una curva, cuando se ordenan otras dos mujeres de manera
simétrica a los lados, donde hago clic.
¿Esa es la
piedra que canta?
Yo creo que
sí. Para mí esa foto resume mucho. La madre que le da de lactar a su hijo es la
tierra que nos da la vida. Y la gente está protestando justamente porque le
están contaminando su tierra. Entonces, con un solo tiro resumes la indignación
y resumes la esperanza también.
¿Existe la
foto imposible?
Sí, ¿no?
Tampoco uno es Súperman, Maritza.
¿Qué foto no
has podido lograr o no podrías lograr?
Siempre
pienso que voy a lograr todas las fotos que me propongo. Eso sí: tú me pones al
lado de un Pulitzer y pienso que le voy a ganar. No hay foto que yo piense que
no voy a lograr. Yo debo ser realista: hay cosas que uno no puede alcanzar en
fotografía, pero todo lo que yo me proponga, voy a ir a buscarlo.
LA FICHA
Fotógrafo.
Estudié Periodismo en la Católica. También Fotografía, pero la veía como una
pasión más cercana al arte que al periodismo. Trabajé en diversos medios como
redactor, pero el 2010 entré al staff de fotoperiodistas de La República, donde
hoy soy editor gráfico. Entre otros premios, este año obtuve el primer puesto
del concurso POY Latam 2015 en la categoría Noticias, cuatro premios en el
concurso Humanity Photo Awards en la categoría Tradiciones y Fiestas
Religiosas, y hace poco, recibí el premio Honor a la Excelencia Periodística en
Fotografía de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Maritza
Espinoza – La República
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