jueves, 22 de octubre de 2015

ENTREVISTA



Miguel Mejía: “Cuando yo hago 
una foto no me pongo una coraza”

 

Una frase tuya: mañana le tomaré una foto a una piedra y haré que cante. ¿Cómo canta una piedra?
(Risas) Bueno, es que uno hace cantar a la piedra de acuerdo a la perspectiva que tiene sobre las cosas. O sea, de repente yo hago la foto y digo que la piedra está cantando, pero para otro no. Sin embargo, siempre intento que mi fotografía diga algo que se entienda con facilidad. Yo no pretendo hacer fotografía subjetiva o fotografía de autor.

Estudiaste periodismo. ¿Cómo terminas siendo fotógrafo?
Quería ser periodista de investigación. Por dos años hice periodismo de redacción: un año en Caretas y otro en Cusco, donde una ONG me contrató para ser una especie de jefe de comunicaciones. Editaba una revista, la diseñaba, hacía las fotos, redactaba los editoriales. Era el jefe y único empleado.

¡Ejército de un solo hombre! (Risas)
Sí. Y en una protesta campesina en Sicuani, no había hecho anotaciones y, para hacer la crónica, comienzo a ver las fotos, y me doy cuenta de que estaba transcribiendo lo que ya decían. Así que mejor puse solo fotos y muy poco texto.

Dejaste que hablen las fotos…
Sí, que cuenten.  Y cuando se imprimió la revista y vi las fotos en papel y supe que no necesitaba mucho para decir las cosas que quería expresar, dije: Este es el lenguaje que quiero hablar por el resto de mi vida. En ese momento decidí que tenía renunciar a este trabajo.

¿Y aquí llegas ya como fotógrafo?
Sí. Terminé Cusco y me vine a Lima sin nada. Vine a La República y el editor de fotografía me dice: Pelao, tenemos dos practicantes y no hay plata para un tercero. Yo le digo: Pero puedo practicar gratis, quiero aprender.  Y mi aprendizaje fue rápido, porque acá me choqué con gente que ya tenía mucha experiencia y de la cual me nutrí muchísimo.

¿De quién aprendiste más?
De Virgilio (Grajeda), desde el primer momento. Es una persona que te recibe y te explica sin que tú le preguntes. Y creo que parte del lenguaje de comunicar sin darle mucha vuelta a la imagen viene también  influenciado por él, que es netamente fotoperiodístico.

¿Cómo es tu mirada fotográfica?
Una fotografía tienes que sentirla. O sea, tú ves esa fotografía y de pronto tu corazón se acelera un poco. Cuando yo hago una foto, no me pongo una coraza. Por ejemplo, con la gente que estuvo en las exhumaciones, conviví muchos días en la montaña, estuve con los forenses, compartí con ellos. Entonces creo que mi mirada es una mirada del interior, desde adentro…

¿Es difícil hacer una foto buena en una comisión de un par de horas?
No, si uno ya sabe que su mirada tiene que ser íntima. El fotógrafo tiene que esforzarse por tener empatía con sus personajes y eso no se logra estando mudo. Hay fotógrafos-artistas que están como dando vueltas y buscando el ángulo, pero nunca hablan con la gente.

¿Es necesario hablarle?
Claro. Yo primero hablo con la gente, que me conozcan quién soy, de dónde vengo. Uno no tiene que estar desesperado por hacer una foto. Hay fotógrafos que entran a algún lugar y ya están fotografiando. Uno tiene que observar, tiene que hacerse parte del lugar, mimetizarse. Entonces allí uno recién puede intentar una buena foto.

Dicen que un 50% de una buena foto es suerte, pero tú no crees en la suerte…
Hay suerte en el sentido de que hay situaciones que uno no espera y suceden. Entonces, la situación puede ser inesperada, atribuible a la suerte tal vez, pero el ángulo, la visión, el instante que eliges para hacer el disparo no es suerte.

Más allá de premios y reconocimientos, ¿de qué foto te sientes particularmente orgulloso?
La verdad es que uno va dejando atrás las fotos que hace. Pero por ahí hay una foto que me gusta mucho y es la de una mujer campesina protestando en Bambamarca contra la minera.

¿La que está dando pecho a su hijo?
Sí. Esa foto me encanta. Yo fui a Bambamarca con Flor Ruiz y habíamos hecho fotos de la protesta, pero sentía que no tenía una buena foto. En eso, justo se nos revienta la llanta y cambiarla iba a demorar 20 minutos. Le dije a Flor: En quince minutos regreso. Y me fui a buscar otra vez la protesta.

Pero ahí sí tuviste suerte…
No sé. De esa mujer hice como 25 fotos, pero no todas tuvieron el ángulo adecuado. Fue esta única foto, en una curva, cuando se ordenan otras dos mujeres de manera simétrica a los lados, donde hago clic.

¿Esa es la piedra que canta?
Yo creo que sí. Para mí esa foto resume mucho. La madre que le da de lactar a su hijo es la tierra que nos da la vida. Y la gente está protestando justamente porque le están contaminando su tierra. Entonces, con un solo tiro resumes la indignación y resumes la esperanza también. 

¿Existe la foto imposible?
Sí, ¿no? Tampoco uno es Súperman, Maritza.

¿Qué foto no has podido lograr o no podrías lograr?
Siempre pienso que voy a lograr todas las fotos que me propongo. Eso sí: tú me pones al lado de un Pulitzer y pienso que le voy a ganar. No hay foto que yo piense que no voy a lograr. Yo debo ser realista: hay cosas que uno no puede alcanzar en fotografía, pero todo lo que yo me proponga, voy a ir a buscarlo.

LA FICHA
Fotógrafo. Estudié Periodismo en la Católica. También Fotografía, pero la veía como una pasión más cercana al arte que al periodismo. Trabajé en diversos medios como redactor, pero el 2010 entré al staff de fotoperiodistas de La República, donde hoy soy editor gráfico. Entre otros premios, este año obtuve el primer puesto del concurso POY Latam 2015 en la categoría Noticias, cuatro premios en el concurso Humanity Photo Awards en la categoría Tradiciones y Fiestas Religiosas, y hace poco, recibí el premio Honor a la Excelencia Periodística en Fotografía de la Sociedad Interamericana de Prensa.


Maritza Espinoza – La República







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